Jue. Abr 25th, 2024

En capítulos anteriores relaté la migración del pueblo Vacceo a nuestra tierra en el marco de las movilizaciones patrocinadas por Veriniano y Dídimo, en su empeño de proteger los pasos pirenaicos. Describí la irrupción de éste ejército en la falda norte de los Pirineos, huyendo de las legiones de Geroncio. Incluyo en éste marco la posibilidad ya descrita de que parte de las cohortes de veteranos se quedasen aquí para fundar el monasterio de Leyre. Para comprender mejor el desarrollo siguiente, debo de incluir una breve explicación de qué era Hispania, y qué no lo era.

La alta edad media, lejos de ser el caos sumido en oscuridad que algunos pretenden, fue una época donde gran parte de la administración heredada del Imperio seguía vigente. Sin bien por fuerza debieron adaptarse usos y situaciones a los nuevos y belicosos tiempos, otras cuestiones permanecieron inalteradas hasta la edad moderna. Una de ellas, que es la que nos ocupa en éste caso, es la división territorial. Hispania en el V no era un páramo silvestre, donde cualquiera con ganas llegaba a un cerro y plantaba un pino (Pinus Sylvestris). La mayor parte de la documentación que se conserva, incluso como ya vimos la inscrita en bronce, se debe a regulaciones del ámbito territorial, y el uso regulado del mismo.

En lo referente a los distintos pueblos, comarcas o provincias, el sistema que delimitaba las tierras seguía vigente y era punto principal en esa sociedad, pues sobre todo en ese tiempo, hubo fronteras cuya delimitación se trazó con sangre. Aquí llega una de las pequeñas correcciones que anuncié, al mapa que sirvió de cabecera en el capítulo VI.

Una de las fronteras que más siglos permanecerió inalterada fue nuestra frontera pirenaica, pero no tal y como hoy la conocemos. Todos estos capítulos sobre nuestra Historia no nacen del capricho o la imaginación. Son fruto de un estudio minucioso de la documentación histórica, de los restos físicos que nos ha ido dejando el pasado, tanto materiales como lingüísticos, y un estudio a conciencia de estructuras y edificaciones que siguen guardando a día de hoy lo mejor de nuestra historia común. Horas de lectura, de quedarme alelao mirando la piedra de un muro mientras los viandantes me preguntan si estaba “castigao” contra la pared….y todas las buenas artes de las que he podido echar mano. Pero antes o después, tengo que bregar con mis propias limitaciones.

Una de ellas es, el deporte. La vida “sana”. El trotar por campos y montes. Como fiel descendiente de un linaje sedentario, ese tipo de asuntos…como que me cuesta. Coste que en éstos estudios fue un gran impedimento pues debo reconocer que sobre muchas de las peculiaridades geográficas de nuestra tierra, mi conocimiento era nulo. Así que no quedó otra que echar mano de terceros.

Éste fue uno de esos casos, donde, tras el estudio de dos documentos medievales que guardan una estrecha relación entre sí, y de los que en su correspondiente capítulo hablaré, siguiendo el rastro documental eché mano a un mapa de los de toda la vida, y marqué con una línea el trazo que el documento me dictaba. No sabía a qué se debía ese singular trazado que mutilaba nuestro norte foral, pero estaba convencido de que, por fuerza, debía de ser relevante. Así que el paso siguiente fue contactar a cualquier conocido amante del arte y del mundo agreste, encontrando pronto quien se ajustase a tal perfil. Fran, bilbaino de los sanos, amante del arte medieval, y montañero empedernido al que gusta trotar periódicamente por las sierras de medio norte peninsular.

Encomendándome a su conocimiento, le envié el mapa. Segundo y medio después, me contestó: eso es la divisoria de aguas. Básicamente como si me dice que es una flamenca bailando un fandango. Ante mi sincero alegato de que no sabía de qué me estaba hablando, invirtió tiempo y paciencia en explicarme que ese trazado que se identificaba de manera tan clara en la documentación medieval, es el trazado que marcan los picos más altos del Pirineo en nuestra Navarra. Casi entro en shock. A partir de ahí, vino todo hilado. El paso siguiente, buscar voluntarios trotamontes que, sobre el terreno, buscasen lo que ya tenía por seguro iban a encontrar.

Marcas de amojonamiento. Y las encontraron. Similares a la que os muestro en la imagen, eran frecuentes en los lindes de carácter civil, netamente administrativo en un primer tiempo, pasando posteriormente a ser identificativos de los límites episcopales, quienes sustituyeron en su funcíon a los marcadores anteriores.

Éste trazado, ésta frontera se delataba como real e histórica, dejando fuera de Hispania parte de la Navarra actual, incluyendo el valle del Baztán en su totalidad, ya que tanto la documentación como el amojonamiento físico del límite hispano se encuentra en la cornisa que va desde Roncesvalles hasta  las cimas de Leiza, pasando por Velate, y de ahí siguiendo los montes hasta  Rentería. Aquí acababa Hispania, y aquí tuvo su frontera la primera Navarra medieval (en amarillo discontinuo en la imagen de hoy), siendo sus principales pasos los de Roncesvalles y Velate respectivamente.

Esa frontera fue la que atravesó el pueblo vacceo, penetrando en una Aquitania totalmente desmembrada, pendiente de la guerra entre emperadores, mientras era asolada por los pueblos germánicos que aun no tenían paso abierto hacia nuestra península.

Conquistas posteriores de nuestros monarcas -de las que más adelante hablaré- trasladaron esa frontera a la marcada en amarillo continuo, que pasa desde Velate a Santesteban, y de ahí ganando Irún siguiendo el margen izquierdo del Bidasoa. Frontera que tuvo muy corto recorrido en la historia como veremos.

Respecto a los vacceos, como hemos visto anteriormente, su zona de influencia final se reparte entre la montaña navarra, la aragonesa, Bearn y Bigorra, creo que en un primer momento la comarca más afectada por su llegada fue el actual valle de Baztán, y su zona de influencia al otro lado de la muga. Viendo los desarrollos lingüísticos que publican los profesionales del sector, tengo claro que no les supondrá demasiado esfuerzo encontrar la deriva del propio nombre del Baztán, en relación a estos últimos Vacceos. Tipo Vacceian-Vacctam por decir un algo.

Ésta gran intrusión ultrapirenaica, recordemos que se realizó en los primeros años del siglo V. En los siguientes cien años, los vacceos fueron desplazando su radio de acción hasta culminar su expansión en el Alto Garona. Si hubo batallas con los pobladores naturales galo romanos se desconoce, pero está claro que la influencia vaccea marcaría para siempre el deambular histórico de los habitantes del norte pirenaico.

En la zona francesa de los Pirineos es donde puede encontrarse en la actualidad los primeros referentes propios que puedan tenerse como vascones. Lápidas sepulcrales tardo romanas, como la que identifica en Saint-Martin, Cazaril-Laspènes en el Alto Garona, a Hotarri Orcotarris, noble galo romano, son los ejemplos que en la actualidad se muestran como inicio de la lengua vascuence.

En ésto no soy el único que opina de tal modo. Por suerte, debo añadir. Hace años, tras la publicación de uno de mis trabajos sobre la realidad de los vascones, un lector me envió un mensaje invitándome a conocer el trabajo de dos profesores vascos, que supuso me interesaría. De nombre Joseba Abaitua y Miguel Unzueta, su trabajo titulado Ponderación bibliográfica en historiografía lingüística. El caso de la «vasconización tardía»….casi me hizo llorar. En el mismo, se marcaba una frontera lingüística en el uso del vascuence para mi tierra basándose en los topónimos de Navarra, que se distanciaba de la que yo marqué en mi estudio sobre la documentación medieval en sólo 5km. En nada se puede decir. Un trabajo valiente, en el que, pese a meter una de cal entre dos de arena, imagino que para que la realidad no haga mucha sangre, no les reportó demasiadas alegrías en un principio. Que parecerá que no, pero el desmitificar dogmas siempre tiene un precio.

En dicho trabajo se indica muy acertadamente que la intrusión del vascuence a éste lado de los Pirineos es un asunto medieval. Cosa que ya imaginaréis comparto a pies juntillas. No tengo ningún reparo en afirmar que la lengua vascuence lejos de ser la lengua paleolítica-indoeuropea-balcánica-nehandertal que algunos afirman, es un romance galo romano. Del mismo modo que el latín en nuestra tierra al adentrarnos en la edad media se torna romance navarro, con sus singularidades y formas, en el otro lado de la cordillera ocurrió exactamente lo mismo, con el romance galo romano, o celta-vascónico, como se prefiera.

Los defensores de la lengua primigenia cuando hablas de las ”coincidencias” que se dan con el latín, responden con el socorrido uso de los “préstamos”. Un préstamos es, por ejemplo para nosotros, Stop, garaje, bar, shock…palabras que llegan de fuera identificando objetos, situaciones o utilidades ajenas a nuestra cultura y que adoptan el nombre del portador. Pero las palabras cotidianas, los elementos del día a día, siempre se mantienen desde la lengua de origen.

En el vascuence no sucede eso. Y pondré un par de ejemplos: Una castaña, en latín es castanea y en el euskera de ahora, gaztaina. Una calle, carricare en latín y karrica en euskera. Un martillo, malleu y mailo respectivamente. Y hay más, muchas más.

No creo que sea cosa de que los vascones no supieran qué es una calle o una castaña hasta que llegaron los romanos. Simplemente es una evolución diferente de la nuestra, pero desde la misma lengua: el latín. Porque si es por préstamos, los encontramos hasta en lo impensable. El famoso agur tan vasco y tan de moda en las despedidas, directamente del auguri romano. Desear buen augurio. Que te vaya bien.

Y lo más sangrante y demostrativo de que no es cosa de préstamos, sino de evolución lingüística: las conjunciones. O los vascones no unían las palabras en una frase antes de la llegada de los romanos, o eso de la lengua jurásica no es más que una patraña de las gordas: Nuestra y. Conjunción copulativa. Pedro y Pablo. En euskera, eta. En latín, etiamet.

Pedazo de préstamo, ¿eh?

En la falda norte de los Pirineos se dio forma a uno de los romances más singulares de Europa, que no por eso deja de ser romance. El aislamiento de la vasconia primaria en los primeros siglos de la alta edad media, favoreció ésta evolución lingüística hasta confeccionar una lengua propia y fácilmente identificable.

Del pueblo que le dio forma, en base a sus propios actos en el devenir de la historia puede afirmarse que si algo tuvo en los primeros siglos (cosa lógica por otra parte sabiendo lo que sabemos) es una aversión tremenda al mundo germánico. Avanzando en el tiempo tras la incursión vaccea en Aquitania, vemos cómo de nuevo el resto del imperio occidental es unificado bajo el emperador Valentiniano III, donde el Imperio sigue plantando cara a las tribus germánicas, entre las que se han hecho presentes los visigodos.

La única referencia clara a estos nuevos vascones que puede encontrarse en el mismo siglo (V) viene de mano de un Rey suevo, Requiario –primer Rey católico de la península- , que en el 449 cruza el Pirineo y saquea el solar de los vascones.

Tras un goteo continuo de emperadores y usurpadores, cuyos reinados llegaron a durar incluso dos meses, el imperio occidental desapareció finalmente de nuestra tierra, quedando Hispania en manos de visigodos y ostrogodos. La verdad es que a sus primeros reyes les siguió la suerte de los césares, ya que morían con mucha facilidad, tras reinados muy breves. En este primer tiempo visigodo no les faltaron enemigos, contando con los Francos por el norte y los Bizantinos por el sur. Hay constancia de una incursión franca en 541 que intentó conquistar Zaragoza sin conseguirlo. El rey visigodo para ese año (sólo reinó ese año) fue Teudiselo, del que se sabe bloqueó el paso de Valcarlos para cortar la retirada de los Francos, haciéndoles pagar un alto peaje por volver a su tierra. Ésta acción realizada a mediados del siglo VI, nos deja clara la cuestión de que por el norte de los Pirineos, atacaban los Francos, y por el sur, defendían Visigodos. Ningún otro pueblo es identificado en las crónicas de este conato de conquista.

Tenemos que esperar poco más de cien años para ver cómo en el marco de la revuelta de Froya (año de 653), noble visigodo descontento con su nuevo monarca, son identificados los Vascones que desde su núcleo aquitano descienden hasta las llanuras de Zaragoza, donde junto a los visigodos rebeldes intentan conquistarla.

Samuel Tajón, Obispo católico de Zaragoza por entonces, los identifica con la siguiente frase:

“gens effera Wasconum Pyrenæis montibus promota”

“feroces vascones descienden de los montes Pirineos”

Comprobamos nuevamente que en el 653 el ámbito de los vascones sigue perteneciendo a una Aquitania con frontera en el Pirineo. A partir de aquí sus incursiones ultrapirenaicas llegarían a hacerse periódicas, arrojándonos encuentros como los referidos en el capítulo dedicado a los visigodos.

Para terminar, un par de curiosidades modelo roge.

Recordemos del capítulo VI, la referencia a Hucbald de Saint-Amand que en su Historia Miraculorum Sanctae Rictrudis, nos decía:

Wasconum gente / huius autem gentis antiquiores primo dicti sunt Vaccaei a quodam oppido iuxta Pyrenaeum”

“Pueblo Vascón: éste pueblo antiguamente era llamado Vacceos y su plaza fuerte estaba junto a los Pirineos”

Ésta plaza fuerte, identificada como Vacca, se describe de manera clara en los Pirineos. Aquí es donde discrepo abiertamente con los estudios franceses y su nula relevancia otorgada a la localidad de Banca, al otro lado de la cordillera a escasos kilómetros de Roncesvalles. Pese a que en la actualidad se afirma que tanto su nombre como su propia existencia se debe a las labores mineras del XIX, estoy firmemente convencido de que esta Banca actual en el pasado fue por un tiempo una de las ciudades de los vacceos hispanos. Si algún día excavan por algo más que buscar metal, igual hasta se sorprenden.

Pero no es el único núcleo que puede atribuirse a los vacceos. Entre las cohortes reclutadas para defender el Pirineo, se encontraban las acantonadas en Amaya, civitas romana que salvaguardaba la vía Astorga-Pamplona, y que según los estudios arqueológicos modernos quedó deshabitada justo en esa época. En tiempos posteriores volvería a ser utilizada pero como baluarte militar sin contar ya con población civil hasta las recolonizaciones castellanas.

La población civil se movilizó con sus familias, pues dejándolas indefensas ante las incursiones germánicas no les esperaba más que la muerte. Y junto con ellas, supieron encontrar un nuevo hogar. Ya sabéis lo que opino de las casualidades, y el que en el centro del Baztán se encuentre la actual población de Maya, creo que dice mucho sobre todo esto.

Recordemos ahora, como curiosidad, el escudo que presenté como origen de nuestro escudo actual: el de la II Britannica. Por su parte, la principal legión que traspasó el Pirineo como ya he mencionado antes, fue la Septima Gemina leonesa, cuyo escudo es el siguiente:

Será casualidad o no, pero en los estudios realizados por los franceses sobre la heráldica de su edad media, podemos encontrar ejemplos de cómo evolucionó la cosa al otro lado de los Pirineos, tan elegantes como el siguiente:

En las colecciones documentales francesas pueden encontrarse multitud de armoriales, que, de manera ilustrada, supieron recoger desde el XVI la historia de su heráldica desde sus primeras expresiones medievales. Es un claro ejemplo de cómo estudiar la propia historia desde sus raíces, con una carencia total de complejos. Y a las pruebas me remito:

Ejercicio cuyo único requisito sine qua non es no avergonzarse de su origen, aunque éste sea romano. Requisito que choca frontalmente con la necesidad imperiosa de muchos que pretenden incluir en la ecuación a un pueblo milenario, invicto e inalterado por los siglos de los siglos.

Curiosidades de nuestra Historia…

Rogelio Taboada

Cantero artesanal, escritor e historiógrafo sangüesino

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