Estimados y sentidos lectores. Con éste nuevo artículo, iniciamos la nueva andadura, intentando dentro de lo posible recuperar una normalidad que jamás será del todo normal. Antes de nada, mostrar nuestras condolencias a todos los que han perdido un ser querido a causa del virus, haciéndolo extensible, cómo no, a las familias de Félix Cía y José Gómez (Pepe), amigos y compañeros de esta casa y a los cuales no hay día que no se les eche de menos. También dentro de nuestra capacidad, invitaros a todos a continuar con las medidas de prevención y a extremar la cautela, pues aunque pueda parecerlo, esto aún no ha terminado y no podemos regalarle al virus otra nueva victoria.
Doy inicio pues a esta nueva normalidad, anunciando para el que esté interesado, que ya está a la venta mi nueva novela sobre el origen de Navarra. Con el título de Navarræ- el origen de una estirpe, detalla dentro de sus 575 páginas episodios ya conocidos para los seguidores de esta web, como lo son la pérdida de Pamplona, la migración de las Santas Reliquias, o la refundación en la alta edad media de una Sangüesa hasta entonces mercantil, para declararla dentro de sus nuevos muros como la nueva capital de la Navarra libre. La batalla de Olast, la conquista de Burdeos, se unen dentro de la narrativa con los pasajes que protagonizan nuestros primeros reyes y obispos, mano a mano con todos y cada uno de los hombres y mujeres que mantuvieron a Navarra como único feudo libre de la Cristiandad peninsular.
El que tenga interés, puede encontrarla siguiendo el siguiente enlace:
https://edicionesrt.pensamientonavarro.es/
Bueno, comencemos pues la faena. Metidos de lleno en nuestra perpetua investigación, no dejan de surgir flecos e historias paralelas, encontrando nuevos caminos que se abren ante nosotros. Tantos, que por desgracia es imposible seguirlos todos a la par. También es cierto que de vez en cuando, ante un requerimiento de los lectores, avance en el nuevo campo, ó -como es el caso- debate abierto a costa de, se hace necesario volver a retomarlos pues siempre merece la pena desvelar un trocito más de nuestra historia perdida.
Este es el caso de La Rochapea. En un debate reciente sobre la lengua medieval en Navarra, sus topónimos, hidrónimos y demás, salió por medio este nombre. Rochapea. La verdad que ahí pequé de ingenuo pues creía que cualquiera medianamente estudiado conocería la realidad de ese nombre. Pues no. Se insistió por parte del dicente en la condición euskérica del nombre, y en su ancestral origen anclado en los tiempos más antiguos.
Como más tarde he podido comprobar, ese pensamiento es algo muy difundido, sobre todo entre la juventud de Pamplona. Así pues, desde esta pequeña tribuna intentaré dar voz a su realidad histórica, y el que quiera verla, que la vea. Y el que no, pues tan feliz como siempre.
Rocha es nombre franco. Llegó a Navarra en el marco de las recolonizaciones medievales. Los autores del invento, los francos, llamaban así a las fortalezas enclavadas en altura. Sobre la roca. Y ejemplos hay para dar y tomar. El más significativo por su relevancia, siendo aún hoy en día un monumento que merece la pena visitar, es la fortaleza de La Rochelle, que terminó por dar nombre a toda la localidad. Fortificando en la edad media la primitiva aldea, fue llamada consecutivamente como Rocella, Rochella y Rochellae, llegando hasta nosotros como Rochelle. El cerco amurallado así como sus torres, de la que hay que destacar la de San Nicolás, terminaron por dar nombre a toda la localidad albergada dentro de sus muros.
Pero aquí en la península también encontramos ejemplos de una deriva lingüística similar, siendo ejemplos de primer orden. Y el primero de todos, como buen ejemplo de topónimo euskérico sin parangón, lo encontramos en la fortaleza de A Rocha, en Santiago de Compostela. Fortaleza propiedad del obispo de Santiago, fue en su tiempo el mayor baluarte militar de toda Galicia. A día de hoy mantiene el nombre, pudiéndolo encontrar como A Rocha y A Rocha Forte. Lo que nos obliga por asociación a pensar en el Rocaforte sangüesino, sí o sí.
Obligación que nos viene al dedillo de la cuestión, ya que el enclave sangüesino en los primeros documentos que lo mencionan, lo identifican aún bajo su nombre navarro: El Puy de los Ahorcados. Tiempo más tarde, llegada a Navarra la monarquía franca, fue rebautizado al estilo francés como Rocaforte-Roquefort, compartiendo desde entonces nominativo y Merino con su homónimo al otro lado de los Pirineos, y también perteneciente por entonces a la Merindad de Sangüesa. No cuesta mucho encontrar las decenas de Roquefort y Rochefort que existen desde Bélgica a los Pirineos. Cosa de francos, carolingios, y edad media, evolucionando como Rocha en sus expresiones para nuestra península.
Llegados los francos a Pamplona, crearon su propio burgo. Conocido bajo en nombre de San Cernin según aseguran, no tardaron en amurallarlo de manera independiente al resto de la ciudad. Con su muralla, fueron construidas varias torres…y un castillo. Castillo inexistente en la actualidad, pero que ha dejado tras de si un rastro fácil de seguir, comenzando por el tema que nos ocupa. La Rocha. A los campos a la sombra de este castillo, pronto se les comenzó a llamar “campos jus la Rocha”, campos bajo el castillo (bajo la roca). De tal nominación, tales tierras tomaron su nombre hasta el día de hoy. Otro rastro de su existencia, lo encontramos en el propio sello del burgo.
Teniendo como emblema principal los símbolos de la Navarra jimena, la luna invertida y la estrella de ocho puntas, son cercados por la propia muralla del burgo. En el cerco, podemos ver claramente cómo son detalladas tres torres, y un castillo. Construcciones ubicadas según la costumbre cardinal, no dudo que éste castillo estuvo situado en el corte sobre el puente. Aún hoy se conserva un corredor o pasaje, al que no ha mucho daban utilidad los artesanos del casco viejo para acceder a la Rocha.
Este castillo hoy desaparecido, merece una búsqueda a conciencia, pues no dudo que si bien su estructura fue desmantelada, los elementos que la formaban no andarán muy lejos, siendo posiblemente reabsorbidos en las construcciones cercanas. Si alguno vive cerca, puede ir prestando sus ojos a toda piedra que se muestre por el barrio, pues no dudo que antes o después, un nuevo rastro de esta particular Rocha pamplonesa gritará por ser reconocida.
Y gritará en romance. Por si alguno aún lo duda.
Rogelio Taboada