Sáb. Abr 20th, 2024

En este siglo XXI parece que algunos partidos políticos exhiben apariencia de innovadores, impulsando el protagonismo a bisexuales, homosexuales y transexuales. Por eso, hemos pasado de esconder a los que no tenían el mismo comportamiento sexual que la mayoría, a sacarlos del armario y convertirlos en ejes fundamentales de la vida social, de forma que copan las televisiones, el cine y la música.

Aplaudo la valentía de muchos gais y lesbianas que se muestran a la sociedad como seres normales y se divierten y ocupan los mismos puestos que los demás. Sin embargo todo tiene su justa medida, porque no es lógico que algunas cadenas televisivas hayan dedicado más de doce horas seguidas a retransmitir el desfile de la gran fiesta del Orgullo Gay mundial de Madrid y no sean capaces de dar el mismo tratamiento a otras manifestaciones masivas.

Algunos periodistas, proclives a estos partidos, creen que con estas emisiones se convierten en modernistas, cuando esta atracción hacia el mismo sexo es tan antigua como la aparición del ser humano.

Repasemos la historia. En Roma, la sexualidad entre varones no estaba mal vista, ahora bien despreciaban la pederastia y era una aberración el lesbianismo. “Por eso, las esposas no deben sentirse celosas si sus maridos practican el sexo con otros hombres.” Algunos romanos, con mujer e hijos, tenían relaciones abiertas con amigos, como el emperador Adriano y su amante Antínoo, Julio César, Nerón, Calígula o Tiberio.

Entre las primeras leyes civiles que condenaban a las lesbianas fue el Código de Orleans de 1260: “Mujer que practica sexo con otra mujer debe perder cada vez un miembro y a la tercera debe ser quemada”. Hoy en día hay un 2´5% de gais y lesbianas en el mundo. La palabra grecolatina homosexualidad fue creada por el húngaro Karl Kertbeny en 1869, que apoyó la anulación de la norma contra “la sodomía” en Prusia, para que no se considerase una desviación sexual.

Los científicos no se ponen de acuerdo en determinar por qué una persona desarrolla una orientación homosexual. Sin embargo, parece que es una combinación de influencias hormonales, ambientales y sociales. No es determinante la genética, porque en un estudio realizado a 5.500 parejas de gemelos en EEUU se constató que en muchos de ellos sus atracciones sexuales eran diversas. Por tanto nadie nace gay, ya que son factores hormonales, cerebrales, postparto y conductas adquiridas, desarrolladas principalmente en la adolescencia, las que determinan la inclinación. En una encuesta confeccionada en Colombia en 2016 a gais y lesbianas, el 7% manifestaba que hasta los 20 años eran personas heterosexuales, pero cambiaron por experimentar nuevos placeres.

Puede suceder que el cerebro del hombre posea un feto con genitales de mujer o que un cerebro de mujer tenga genitales de hombre, que conlleva la transexualidad. Estamos de acuerdo en que la atracción hacia el mismo sexo es una variación normal y natural y que las intervenciones psicológicas no pueden cambiar la orientación sexual, a pesar de que algunos psiquiatras la consideran una enfermedad, dando lugar a la discriminación y a la homofobia. El término gay es un anglicismo, que en la vida diaria sustituye a vocablos castellanos malsonantes y ofensivos, como maricón, puto, sodomita, afeminado o invertido. La palabra lesbiana proviene de la isla de Lesbos en Grecia durante el s. VI a.C., donde habitaba la poetisa Safo, que escribía poemas amorosos a las chicas que le rodeaban.

Todavía existe cierto reparo en mostrar esa inclinación, sin embargo poco a poco va desapareciendo la vergüenza. Conocemos muchísimas personas que han triunfado en su vida, como la reina Cristina de Suecia, Oyarzabal y Maroto del PP, Mikel Iceta del PSC, el actor Fernando Tejero, el modista Lorenzo Caprile, el productor Moreno, los presentadores Jorge Vázquez y Sandra Barneda, los directores Amenábar y Almodóvar o la actriz Elena Anaya.

Ahora bien, no podemos obviar que el 97´5% de los mortales somos heterosexuales y que apostamos por un matrimonio de hombre-mujer. La mayor parte de la sociedad se rige por la formación de una familia heterosexual que desarrolla su creatividad a través del nacimiento de sus hijos, educados por un padre y una madre. Es el comportamiento general. Estas afirmaciones no son ningún obstáculo para admitir que existen parejas formados por dos hombres o por dos mujeres, sin olvidar que son tan aptas y capaces de adoptar y formar a niños que las heterosexuales.

Pero, por favor, no hagamos del 2´5% de la población un modelo de sociedad ideal y los heterosexuales pasemos a un segundo término. Repito, normalicemos la vida de gais y lesbianas pero sin privilegios; tengamos claro que el 97´5% de las personas estamos capacitadas para formar un matrimonio que engendra y educa a sus hijos. Demos a cada uno la importancia y el puesto que se merece.

Luis Landa El Busto

Licenciado en Ciencias Humanas y profesor

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