Vie. Abr 19th, 2024

Se cumplen ahora los 75 años del fallecimiento de Luis Gil, maestro que da nombre al colegio público comarcal de Sangüesa. Una persona reconocida por todos los que han conocido u oído su trayectoria profesional y su especial dedicación a la niñez, de esta cabeza de merindad, “la que nunca faltó”. El historiador de la Educación, pedagogo y sangüesino, Javier Navallas dice de él, que su celo y competencia profesional fueron pronto apreciados por los sangüesinos que en 1913 decidieron enviar a la práctica totalidad de los alumnos a su clase en detrimento de la otra en la Escuela Elemental de Niños. Parece deducirse de estas palabras que los padres de familia podían elegir en el colegio a los profesores que preferían para sus hijos, estimulando así una sana competencia profesional. Catorce veces fue felicitado Luis Gil por méritos demostrados en el ejercicio de su profesión-vocación.

Javier del Castillo, con motivo de las Bodas de Plata del colegio lo definió como “un maestro aragonés, ejemplar en lo docente y en lo humano”. Este amigo mío tiene razones para conocer la figura que da nombre al establecimiento de enseñanza de tanta importancia en la ciudad y en la zona. Javier fue alumno del colegio de 1946 a 1951. Precisamente en este año, el claustro de profesores elevó un escrito al ayuntamiento de la ciudad pidiendo que se diera a las Escuelas Nacionales Graduadas de la ciudad, el nombre de Luis Gil, habida cuenta de los méritos que concurrían en su persona. Fue aceptada la propuesta y desde entonces se le conoce al colegio por su nombre.

Luis Gil Aznar nació en Fuendejalón en 1864 y murió en Zaragoza en 1943. Benabarre y otros pueblos de la región hermana tuvieron la suerte de tener en sus aulas a este maestro titulado en la Escuela Normal de la capital aragonesa en 1883. Arribó a Sangüesa, tras el correspondiente nombramiento por parte de la corporación municipal, a los cuarenta y cinco años cumplidos, en 1910, con experiencia probada y también con ilusiones de mejora en su hoja de servicios, muy repleta por cierto, de aciertos según se desprende de la fama que tuvo de buen docente. Se jubiló a los setenta años, en 1934 y plena efervescencia republicana que tanto se notó en la ciudad del Aragón. Los últimos nueve años de su carrera fue director del centro y con su buen hacer orientó a los maestros que sucesivamente se incorporaron al centro. Me consta por varios amigos que han ejercido ahí esta profesión ejemplar que la siembra de Luis Gil ha continuado como una estela hasta muchos años después. Entre ellos, el ya mencionado Javier del Castillo, con dos hermanas también docentes en el colegio. Javier sirvió en el mismo desde 1963 hasta su jubilación en el año 2000, y compartió la enseñanza con responsabilidades públicas en su ciudad y en Navarra demostrando una dedicación generosa a la sociedad de su entorno. Precisamente como alcalde, al mismo tiempo que director, asistió a la inauguración del edificio del colegio actual Luis Gil en septiembre de 1977, por parte del Vicepresidente –presidente efectivo- de la Diputación Foral de Navarra, y decano diputado por la merindad, don Amadeo Marco Ilincheta. El edificio capaz de albergar mil alumnos, se emplazó en un espacio cercano al Aragón, que servía para múltiples usos municipales como la instalación de la plaza de toros portátil, que se convirtió en una fija de nueva planta a unos centenares de metros tras la puesta en marcha del colegio. La afición sangüesina en la que se encuadraba el alcalde-director, y creo que su antecesor Fernando Pérez Mateos, tuvo que lidiar de lo lindo para explicar el traslado y edificación de la plaza. La educación algo tiene que ver con el arte de la lidia, salvando las distancias inconmensurables entre las fierecillas humanas y los morlacos y morlacas de corrida y encierro. Ahora bien, donde haya buenos educadores habrá buena educación, y creo que Sangüesa en tiempos pretéritos ha tenido mucha suerte. Y no quiero olvidarme de la labor también de las Hijas de la Caridad con su colegio de la Inmaculada, al que por la generosidad de la fundación de la benefactora Fermina de Ripalda se adscribieron gratuitamente las chicas de Sangüesa, ni la labor del colegio libre adoptado de los Capuchinos y otras realidades educativas, como el como el colegio de Maristas que se instaló en 1902 en el palacio Valle Santoro, actual Casa de Cultura y donde estudió mi admirado don Genaro Xavier Vallejos.

Luis Gil, como los maestros residente donde ejercían su profesión, también sirvió a su conciudadanos en otros menesteres. Al año de llegar a Sangüesa, fue encargado por el Instituto Geográfico y estadístico de la estación Meteorológica de la población en conexión con las demás de ámbito nacional, para registrar incidencias climatológicas que pudieran ser relevantes o útiles. El para mí tan recordado Alejandro Uli, alumno de don Luis, recordaba con afecto a su maestro.Por sus méritos dentro y fuera de las aulas, bien merece figurar en la nómina de navarros, en este caso adoptivos, pero no por ello menos importantes.

Jesús Tanco Lerga

Doctor en Ciencias de la información por la UN

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