Vie. Abr 19th, 2024

Hoy toca hablar de documentos. La documentación medieval puede dividirse en tres secciones principales. La primera, la que reúne los cronicones o códices historiados. La segunda, la que englobe el resto de documentación original, bien sean documentos de donaciones, pleitos, préstamos, celebraciones… todo aquel documento que, siendo original, se elaboró como documento administrativo o protocolario. Y la tercera, la dedicada a los cortapegas novelados.

En la primera sección encontramos códices muy singulares, que aportan datos a carretadas, pues su fin primario era ese; plasmar el paso de la historia con la mayor cantidad de datos posibles. Es un mundo complejo, pues en ocasiones lo relatado no tiene por qué coincidir con la realidad. Por lo menos no con toda la realidad. En varias ocasiones así es, y las razones se muestran claras. Pese a ello, sabiendo sacar la paja del grano, ese tipo de documentos sigue siendo de un valor esencial ya que, eliminando la necesitada manipulación, todos los datos que aporta, como personajes, sucesos, linajes etc, son un tesoro para nosotros.

Sus redactores, emplearon en su confección los documentos de que entonces disponían -desaparecidos en la actualidad la inmensa mayoría de ellos- siendo estos cronicones el único testimonio que de ellos nos queda. El uso narrativo tampoco ayuda, pues añade deducciones ó confusiones propias del escribano o copista, haciendo que en la actualidad haya que andarse con mucha cuenta con este tipo de textos. Como ejemplo pondré dos de ellos, que más adelante llegaremos a conocer bien. El Códice Meyá, también conocido como Códice Rotense, es un documento elaborado a finales del X, y porta el nombre de la localidad que lo conservó desde la edad media: Roda de Isábena, en la Ribagorza. Este documento es el único que nos habla de un Sancho Garcés hijo de Dadildis de Pallars. El resto de códices, documentos o cronicones, todos ellos, siempre han señalado a Onecca de Sangüesa como madre del monarca. Viendo la situación que se vivía en ese tiempo, a las puertas del convulso siglo XI donde Aragón intentaba constituirse como reyno independiente de Navarra, muy a mano les venía esta maternidad del que sería el primer gran conquistador de entre nuestros monarcas, negándole una ascendencia 100% navarra. Olvidando, claro está, que para que Dadildis fuese su madre lo hubiese tenido que alumbrar a la tierna edad de diez años.

El otro, el códice llamado Crónica Albeldense, realizada en el IX por encargo de Alfonso III «el Magno», es el primero que nos habla de un Don Pelayo como cabeza de la reconquista. Es la mejor muestra de que para adulterar una crónica, no hace falta mentir. Simplemente basta ocultar la verdad. Tras un largo listado de reyes astures, pasa a describir a los pamploneses. Y comienza por Sancho Garcés I. Nada de García Ximénez. Nada de su hijo, Jimeno Garcés “el Grande”. Nada de la siguiente generación, con Eneco Jiménez, García Jiménez y Fortuño Jiménez. Directamente a Sancho. Por no recalcar la obviedad de que, de la dinastía Arista, ni mu. Si a todo eso sumamos las desmedidas loas a Pelayo, ya tenemos lo necesario para que los siguientes cronicones que tengan a éste como referencia, omitan cualquier realidad sobre la primera Navarra.

Ésta crónica tiene su punto gracioso. A todos los reyes astures los identifica con varias frases añadiendo lo más notable de su reinado. En el número siete, encontramos a Mauregato. Rey del que se cuenta que fue sumiso a Córdoba, a donde enviaba un tributo de vírgenes montañesas cada año. Monarca del que dicen se perdió en las herejes costumbres, haciendo que Carlomagno tuviese que pasar a llamarle la atención. Pues bien. A éste soberano, lo describe de tal modo:

VII- Mauregato reinó cinco años.

Punto pelota 🙂

Cabe destacar en éste tipo de cronicones, y aquí ya meto a todos en general, moros, cristianos, francos o hispanos, que son muy dados a la propaganda bélica, menospreciando o supravalorando el número de combatientes y sus lances según interesase.

Después llegan los documentos administrativos, de los que por suerte aquí en Navarra se conservan un buen volumen de ellos. Son los que prefiero ya que, aun pudiendo estar modificados por algún interés, son lo más fiable que se puede encontrar. En la mayor parte de las ocasiones son documentos, bien civiles, bien eclesiásticos, que se deben a la administración de tierras, a donaciones y a herencias, aportándonos un detalle minucioso de personas, lugares, nombres de montes, fincas, villas y localidades hoy desaparecidas. Profesiones, antiguas costumbres, modos de vida e incluso justicia penal. Un enlace directo a nuestro pasado medieval, en formato pergamino.

Y después la tercera sección: los cortapegas. Refritos realizados por monárquico requerimiento la mayor parte de las veces, tienden a dar únicamente valor al motivo del encargo. Ensalzar a una determinada dinastía, o región, o…

Haciendo uso de la narrativa épica, se entremezclan crónicas anteriores, se incluyen voluntades posteriores y toda suerte de añadiduras, dando como resultado obras tan complejas y dignas de estudio como la Crónica Pinatense. Encargada en el XIV por el monarca aragonés, en ella todo es Aragón incluso antes de la propia existencia de un territorio identificado bajo ese nombre. Pese a ello, es un documento relevante pues incluye referencias muy singulares, pese a la pésima datación del primer conjunto, y el caos que demuestra en lo concerniente a las genealogías más tempranas. Es un hecho que para su confección se valieron de la documentación original conservada en San Juan de la Peña, e incluso, como el propio texto menciona, de crónicas anteriores como la Albeldense.

Para el capítulo de hoy son vitales las crónicas francas. La principal y más utilizada, la conocida como Annales Regni Francorum, de Eginardo, secretario de Carlomagno. Ésta crónica es la más conocida, aunque comparte dominios con los Annales Mettenses, muy similares aunque singulares a su modo. Lejos de contradecirse, cada una aporta datos que complementan el conjunto. Merecida mención en este capítulo para el Chronicon Moissiacense Maius del que más abajo hablaré. No confundir con el códice Ripoll.

Para dar inicio cronológico a éste capítulo, comenzaré usando la carta conocida como Fueros de Sobrarbe, o fuero viejo. Documento narrativo del que se conservan diferentes copias, y del que puede extraerse la situación general de éstas tierras perdida ya Hispania ante los moros.

Lo describe así:

Entonces se perdió España entre los puertos, en Galicia, las Asturias, y de aquí Álava y Vizcaya, y de la otra parte Baztán, y la Berrueza, y de Yerri, y de Ansó, y sobre Jaca, cara a Roncal, y en Salazar, en Sobrarbe, y en Ainsa”

En éste párrafo el autor hace alusión a las porciones de la España que él conocía en el momento de la redacción (es copia de inicios del XII) perdidas a la llegada de los moros. Se perdió Galicia, Asturias, Álava, Vizcaya, Baztán, Berrueza, Yerri, Ansó, las montañas de Jaca hasta Roncal, Salazar, Sobrarbe y Ainsa. Pese al aparente caos descriptivo, el texto guarda una enorme equidad con la realidad, pues en el 711 Baztán aun no era parte de Navarra pero fue parte de una de las conquistas más cercanas al tiempo en el que se redactó la crónica. Galicia y Asturias las sabemos reconquistadas por los astur-leoneses, y el resto de regiones señaladas son todas ellas protagonistas de episodios de la particular reconquista efectuada por los monarcas navarros. Muy al detalle las señala además. Ainsa y Sobrarbe las sabemos reconquistada por García Ximénez. Berrueza y Yerri por Sancho Garcés I. El tema de las montañas sobre Jaca hasta el Roncal, lo veremos en capítulos posteriores, pero es un tema referente a vascones, no a los moros. La alusión de Ansó, está claro que es en referencia a la incursión de al-Gafiqi de 732. La única duda que albergo es sobre el Salazar, ya que no existe documentación que pueda atestiguar su ocupación por parte de vascones debiendo ser reconquistada. Dependiendo de traducciones de terceros (que tienen lo suyo), puede encontrarse en las crónicas moras posteriores a la invasión a un tal Velasco, del que se asegura era vascón, y cuyo posible feudo pudiera estar en tierras de Salazar, con lo que, pese a no tener documentación que lo atestigüe aparte de esta crónica, todo invita a pensar que sí, que como bien apunta la crónica Salazar también se perdió a manos vasconas. Es posible que a este hecho se deba la fundación de Navascués, enclave Navar que defiende la entrada al romanzado desde el Salazar.

Sigamos con el texto.

“Y en estas montañas se alzaron pocas gentes, y se echaron a los caminos haciendo incursiones y se pusieron a caballo, y se repartían los bienes de los esforzados que estaban cerca de las montañas de Ainsa y de Sobrarbe más de 300 a caballo; y no hubo ninguno caudillo que ayudara a otro a defenderse de las incursiones. Y hubo gran envidia entre ellos y sobre las incursiones discutieron; llegaron al acuerdo de pedir consejo a Roma, al Papa Aldebarano que lo era entonces, y también a Lombardía que son hombres de gran justicia y a Francia, y estos respondieron que tendrían Rey que les acaudillase, pero primero que creasen leyes establecidas, juradas y escritas.”

El texto describe las primeras razias moras y el desarrollo posterior que dio paso al primer reino peninsular, fundado en base a su propio fuero como protectorado franco. Aquí encontramos un claro aporte del copista. La mención al Papa Aldebarano tiene una muy clara justificación. Está claro que el creador de ésta copia tenía ante sí un documento similar a la bula papal de la Burunda, y viendo la firma del Papa Gregorio II, lo identificó de manera automática con el papa anterior a la redacción de ésta crónica, Gregorio VII: Hildebrando Aldobrandeschi.

Ésta crónica nuevamente nos traslada a una Navarra nuclear que, encerrándose tras los puertos, resiste como puede ante una invasión que por si sola no puede contener, acudiendo finalmente a los francos solicitando su ayuda. Los francos por su parte, quienes aun se encuentran asentando su dominio en la galia, pendientes de revueltas internas como las protagonizadas en Vasconia, ven en este sistema de protectorado una herramienta útil para mantener su frontera sur libre de incursiones, creando finalmente la conocida Marca Hisapánica. Esta marca estuvo compuesta en un primer momento por condados autónomos bajo protectorado franco, creados en los primeros núcleos reconquistados por las tropas carolingias. El primero de ellos fue, el condado de Pamplona. Voy a valerme ahora de los Annales de Eginardo para describir cómo fue el suceso, que lo describe de la manera siguiente:

Año 778- “Tunc domnus Carolus rex iter peragens partibus Hispaniae per duas vias; una per Pampilonam per quam ipse supradictus magnus rex perrexit usque Caesaraugustam.[.] Ibi obsides receptos de Ibin al Arabi et de Abutauro et de multis Sarracenis Pampilona destructa Hispani Wascones subiugatos etiam et Nabarros reversus in partibus Franciae”

“Entonces el rey Carlos inicia la marcha hacia Hispania por dos vías; una por Pamplona por donde él mismo va hasta Zaragoza [.] Recibiendo obsequios de Ibn al-Arabi y de Abutauro y de muchos sarracenos, destruye Pamplona, pacta con los vascones hispanos igual que con los navarros. Regresa a Francia”

Lo primero y principal: primera mención clara a los navarros. En el año de 778. Es un hecho que si hay un pueblo al que se les llama navarros, existe una tierra llamada Navarra. En el 778, insisto. Lo segundo es el eliminar de vuestra percepción la palabra yugo, o subyugar, tal y como incluye el texto, sólo como elemento negativo, tipo sometimiento ó aniquilación. El uso de ese término puede variar, encontrándolo en las crónicas clásicas, como las de Plinio, cuando describe que ciertas tribus iberas del centro penínsular eran tan fuertes, fieras y poderosas, que como Roma no pudo aniquilarlas no les dio más opción que pactar con ellas. Subyugarlas.

Eso es lo que hace con los baztaneses. Ponerlos bajo el mismo estamento que ya poseían los navarros.

Ahora hago un desagradable paréntesis para demostrar qué es lo que se consigue cuando se bastardea la historia con fines políticos. Algo muy de ahora. Hace dos años se celebró una especie de “homenaje” en las murallas de El Redín conmemorando este suceso, en el cual se leyó la siguiente frase:

“Carlomagno arrasó Pamplona, la capital vascona. Sus tropas arrasaron la ciudad, violando y matando sin límites”

Frases que forman parte de una placa que se pretende instalar de manera fija en las murallas de nuestra capital. El contenido completo de la placa lo desconozco, pues no he sabido dar con él en estos dos años, pero no me extrañaría que culpase a Carlomagno de traer a España a esos gallos emblema de la Francia opresora, que violaron sin cesar a las gallinas vascas de Rh negativamente puro. Según su desvarío, Pamplona era la capital de los vascones y vasconas anclados ahí desde el diluvio, y vino este pérfido imperialista a intentar someterlos. O a cristianizarlos, vete tú a saber.

Como la mejor herramienta contra el fanatismo es la cultura, sigamos analizando documentos. Veamos cómo ahora describe el mismo suceso, la Crónica Mettense:

Año de 778- “Rex Carolus motus precibus immo quaerelis Christianorum qui erant in Hispania sub iugo Sarracenorum cum exercitu in Hispaniam itravit. Venit autem primo ad Pampilonam civitatem; dehinc venit ad Caesaraugustanam urbem; Obsidione itaque cincta Caesaraugustana civitate territi Sarraceni obsides dederunt cum inmenso pondere auri. Post haec ejectis Sarracenis etiam de Pampilona muriusque ejusdem civitatis dirutis Hispanis Wasconibus etiam Navarris subiugatis in francia revertitur”

“El Rey Carlos movido por las plegarias de los Cristianos que estaban en Hispania bajo el yugo sarraceno, con su ejército penetra en Hispania. En primer lugar acude a la ciudad de Pamplona; de ahí llega hasta la urbe zaragozana; Así de este modo asedia la ciudad de Zaragoza, aterroriza a los sarracenos, quienes le entregan rehenes y un inmenso peso en oro. Tras expulsar a los Sarracenos también de Pamplona, derruye las murallas de la ciudad. Wascones hispanos subyugados igual que los navarros, a Francia retorna”

¿Cómo te quedas?

Sin duda las plegarias recibidas llegarían por parte de los pocos cristianos que quedarían en la comarca de Pamplona, porque dudo que quedase alguno dentro de sus murallas, ya que en fechas de la conquista mora se erradicó el obispado de Pamplona ciudad. Ésta crónica deja bien claro que a quienes atacó Carlomagno a su paso por Pamplona fue a los moros, no a los «vascones». Esta descripción parece creada ad hoc para documentar la necrópolis musulmana de Plaza del Castillo, ya que los 46 años que separan la pérdida de Pamplona con el espisodio de hoy, coincide de manera exacta con los análisis realizados en dicha necrópolis, donde la datación por radiocarbono atestigua su uso en una fecha temprana situada aproximadamente entre los años 713 y 770. Ni queriendo.

Pero la mejor prueba de que la Pamplona anterior a 732 no era vascona ni por accidente, la encontramos en un documento previo, que guardaba en la manga para éste capítulo, y del que no me supone un problema declarar su fecha de confección entre los años 711 y 732. Así de fino puede hilarse. Un documento insertado en la crónica Rotense, nos describe a la perfección las murallas que Carlomagno derruye, y deja meridianamente claro quiénes eran estos wascones hispanos.

El documento en cuestión es conocido bajo el nombre de: De laude Pampilone epistola, pudiendo encontrar en él lo siguiente (sigo a Muruzabal):

“Se alza majestuoso este lugar. cuyas murallas tienen torres de 63 pies de anchura y 84 pies de altura: y el perímetro de la ciudad alcanza las 1.000 diestras. El número de las torres es de 67. A esta ciudad Dios, por su misericordia, concedió el tesoro de las reliquias de innumerables mártires, con cuyas oraciones es conservada salva entre gentes hostiles y bárbaras [.]Apártese de los herejes: resístase contraria a los vascones. Perpetuamente se le debe amar para que nadie se encuentre ser tenido por enemigo. Como la opulenta Roma ha sido salvaguarda por los romanos. Pamplona no ha dejado de estar alzada para los suyos”

Ésta laude describe una Pamplona apartada de los herejes y manteniendo el culto romano, algo que ya hemos comprobado en capítulos anteriores. Vemos que también la detalla resistiendo a los vascones. Pero, ¿será realmente de vascones de quienes ésta epístola nos habla? Veamos la cita original:

Deseruiat ereticis contraria resistat baceis

Otro ejemplo más donde los molestos vacceos son traducidos sistemáticamente como vascones. Sin duda nos habla de la incursión vaccea del 711, que obligó a Roderico a visitar nuestro terruño. He aquí la prueba documental que certifica que cuando las crónicas francas citan a los Hispanis Wasconibus, están haciendo alusión directa a nuestros vacceos baztaneses. No a los vascones aquitanos, quienes en estos annales son nombrados en multitud de ocasiones, llamándolos simplemente Vascones. Como en el ejemplo siguiente:

«Wascones qui trans Garonnam et circa Pirineum montem habitant…»

«Vascones que al otro lado del Garona y cerca de los montes Pirineos habitan…»

Esto de interpretar al gusto es una rutina en la trascripción de los documentos medievales. No tiene porqué ser un acto realizado a mala fe, auque haya casos que sí lo sean. Baste con desconocer la realidad histórica del documento sumándose a lo convencionalmente establecido en un: “si todos ponen vascón, yo pongo vascón”

Documentos hay un montón, y trascripciones al gusto de cada cual. Me he encontrado documentos donde se menciona a un franco de nombre Eyta, nombre común en la Bélgica carolingia, que ha sido traducido como Aitá, y empleado como demostrativo de esa raza vasca milenaria que…

Existe otro documento, relevante para la ocasión, que conocido por el nombre de Chronicon Moissiacense Maius permanece conservado en la Biblioteca Nacional francesa, bajo el índice BN lat. 5941 (repito, no confundir con el códice Ripoll lat. 4886) nos describe la llegada de Carlomagno a estas tierras. Lo hace de la manera siguiente:

“tunc Yspaniam quam maximu poterat belli aparatu agreditu saltuque Pirenei superat omnibusque adierat opidis atque castellis in dedicionem acceptis salvo et incolomi exercitu revertitur”

“entonces reúne el máximo ejército que encuentra, y superando el saltus del Pirineo, todos los fuertes y castillos celebran su bienvenida. A salvo y con el ejército incólume, regresa”

Éste documento nos habla de una Navarra ajena a la Pamplona que derruye, que se alegra enormemente de su llegada. En el 778, no lo olvidemos, éste documento ya nos habla de algo independiente de las ciudades. Nos habla de nuestros fuertes y castillos. Núcleos de caracter bélico ajenos en su mayor parte a las antaño civitas romanas, construidas por lo general en el llano. La alusión a los oppidum latinos para describir los fuertes construidos sobre alturas naturales fácilmente defendibles, describe a la perfección la situación de la Navarra que se encontró.

Una tierra que se fortificó para intentar detener a las hordas germánicas. Una tierra que vivió en su suelo lo peor tanto de las sucesiones y motines contra el imperio, como los avatares dinásticos visigodos, las guerras arrianas y las escaramuzas vacceas. Una Nauarra que para cuando el monarca franco quiso visitar, ya tenía fortificada con almenas hasta la caseta del mastín. Gracias a ello, y a su ubicación entre sierras de montaña cuyos pasos naturales fueron fáciles de defender, hicieron de ésta pequeña comarca jamás conquistada la más grande de toda la Cristiandad peninsular.

Poco más adelante, en éste mismo documento, se recoge el que considero es el primer testimonio escrito sobre la Batalla de Roncesvalles. Pero eso ya es cosa -y nunca mejor dicho- de otro cantar.

Próximo capítulo: Iñigo Arista.

Rogelio Taboada

Cantero artesanal, escritor e historiógrafo sangüesino

Comentarios

comentarios

Admin

By Admin

Related Post