Sáb. Abr 20th, 2024

Un maestro nacional de Arguedas, Alejandro Hernández, aconsejó a los padres de Alfredo Floristán Samanes (Arguedas, 21 de octubre de 1921-Madrid, 8 de octubre de 2008), que procuraran a su hijo, despierto y estudioso, cursar alguna carrera universitaria, después del bachillerato. Animado por la familia, Alfredo fue a la Universidad de Zaragoza donde se licenció en la sección de Historia en 1945.

Allí coincidió mientras hacía el último curso con un joven profesor recién llegado al claustro, José Manuel Casas Torres que tuvo sobre el brillante alumno navarro una notable influencia. Casas Torres fue desde su cátedra zaragozana primero, madrileña después, un maestro de la Geografía y forjador de una escuela que ha llevado a esta disciplina a las cuotas más altas de prestigio y que por su vinculación estrecha con la Universidad de Navarra, enriqueció los estudios de Geografía que fueron tomando cuerpo autónomo en la Universidad de mitad del siglo pasado con nombres tan señeros como Salvador Mensua, Alfredo Floristán o Manuel Ferrer, por citar a alguno de los más veteranos que a su vez, forjaron discípulos posteriormente con brillantes académicos en departamentos de muchas universidades.

Alfredo Floristán, se doctoró por la Universidad central el 12 de noviembre de 1949, con una tesis espléndida sobre La Ribera Tudelana de Navarra, primera tesis de una serie de gran calidad que se publicó en 1951 con los auspicios de la Diputación Foral de Navarra (Institución Príncipe de Viana) y el Instituto Juan Sebastián Elcano, del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), cuyo Secretario General era don José María Albareda, futuro rector de la Universidad de Navarra de 1960 a 1966.

Casas Torres en el prólogo de la obra que mereció el premio Menéndez Pelayo, dice del estudio que tiene un “estilo depurado, terso, limpio, claro y sencillo, fruto de una carrera bien estudiada con el regalo del griego y latín cursados seriamente…” Traigo a colación estas palabras porque la familia -con seis hijos- formada por Alfredo Floristán y su esposa, Carmen Imízcoz, me consta es vivero de historiadores y de humanistas, precisamente con amplios conocimientos interdisciplinares de historiografía y de lenguas clásicas, como por ejemplo en sus hijos varones que conocí en el pamplonés colegio El Redín, su homónimo Alfredo y José Manuel.

Lo cierto es que Floristán, navarro y ribero de pro, colaboró estrechamente con el entonces Laboratorio de la facultad de Letras y la sección en Zaragoza del Instituto Elcano del CSIC, con investigaciones muy bien trabadas y con encargo docente de profesor adjunto (1946-54) en la órbita de José Manuel Casas, con el que colaboró en investigaciones como Bibliografía Geográfica de Aragón, o El mapa de los mercados en la provincia de Huesca. En esta época de finales de los cuarenta publica en la Revista Príncipe de Viana un artículo de gran interés con un buen anclaje histórico, como fue el estudio (1949) sobre Las Bardenas Reales en el siglo XVIII. En el curso 1949-50, becado por la fundación Rockefeller tuvo una estancia en la Universidad de Burdeos que le enriqueció con la perspectiva europea de la disciplina que sería de por vida, objeto de entrega y vocación: la Geografía con anclaje histórico, y además la Geografía desde el entorno más próximo que era su tierra navarra a la que profesó un amor inmenso.

En 1955 ganó por oposición la cátedra de Geografía de la Universidad de Granada que desempeñó hasta 1958, donde alternó la docencia con investigaciones del calado de “Los moriscos de Granada según Julio Caro Baroja” (1958). Precisamente en 1958 ocupó por traslado la cátedra en la Universidad de Zaragoza hasta 1961 en que vino a la Universidad de Navarra donde desplegó durante cuarenta años una labor formativa e investigadora del más alto nivel y que alternó con una fecunda labor editorial. En la Universidad de Navarra fue vicedecano de la facultad de Filosofía y Letras entre 1962 y 1965. También representó a esta institución universitaria en el Consejo Foral Administrativo, antecedente en cierta manera del actual Parlamento de Navarra. Navarro de pura cepa, fue condecorado con la Medalla de Oro de Navarra en 1989, en reconocimiento de sus méritos para dar a conocer no sólo en las aulas sino también en publicaciones de todo tipo, de las peculiaridades geográficas de una Navarra diversa en lo geográfico, pero con una personalidad indiscutible en el ámbito hispano y europeo.

Me consta de primera mano, la renuncia a un puesto de senador por Navarra, prácticamente seguro, en época ya democrática, porque creía incompatible su dedicación a la vida pública con sus quehaceres formativos y de divulgación. Autor de cien obras, destacaría el Gran Atlas de Navarra, del que fue responsable de la parte geográfica, editado por la Caja de Ahorros de Navarra que tuvo un antecedente en 1977 del Atlas de Navarra, patrocinado por la misma Institución y que me tocó colaborar en él, como secretario general de Coordinación, con varios autores expertos bajo la supervisión del profesor Floristán en Geografía y del también profesor de la Universidad de Navarra, Ángel Martín Duque en la faceta histórica. Muy meritoria la labor de divulgación de Alfredo Floristán en los Itinerario por Navarra, editados por Salvat en 1978, siguiendo la colaboración con esta firma tan vinculada a Navarra en la que publicó un libro con el escueto título de Navarra (1975) que sirvió como arquetipo para otros trabajos de carácter regional.

En la editorial de Diario de Navarra, asimismo, dirigió la publicación en cuatro tomos de una Geografía de Navarra exhaustiva y bien ilustrada, así como estudios monográficos de la calidad de Urbasa y Andía, solar de los navarros (1978). El tema de sus Bardenas Reales, a las que no sólo por nacimiento estaba ligado, fue recurrente en varios de sus trabajos, como el publicado por la Caja de Ahorros de Navarra en 1997. Sobre Navarra estudió tanto y dio a conocer tanto, que no hay faceta que tenga que ver con la Geografía que no fuera abordada por este incansable maestro.

Como un ejemplo de esta temática variada una simple enumeración: El régimen del río Arga; El clima de Pamplona; Estructura de la propiedad privada en Navarra; Los nuevos despoblados en Navarra en el homenaje a José María Lacarra, gran maestro e historiadores; y me viene a la cabeza, pensando en el catedrático estellés, el trabajo de Floristán “De Lizarra a Estella, una reflexión geográfica” (Revista Príncipe de Viana, 1986); en la misma revista, El pensamiento geográfico de Leoncio Urabayen (1990); y en el homenaje a su colega y compañero de tareas universitarias, Manuel Ferrer Regales, Encuesta rural sobre Navarra en 1963, coordinado el volumen por Albán d´ Entremont, uno de sus jóvenes discípulos como lo fueron tantos y tantos profesores que siguieron su estela, y que recuerdo ahora a botipronto como Pilar Torres, Andrés Precedo, Pepe Creus, su directa colaboradora María Ángeles Lizarraga, Maribel Beriáin, y no sé si por edad Juanjo Pons, ahora en el candelero geográfico de la Navarrensis. Sería interminable la relación de sus discípulos. Alfredo Floristán, amante como nadie de la Bardena, a cuya asociación de Amigos perteneció, mereció también un título sólo al alcance de privilegiados, el de Hijo Predilecto de Arguedas, de cuya localidad siempre supo estar orgulloso, por su entronque familiar y su gran corazón abierto al horizonte amplio de las tierras navarras aledañas al gran Ebro.

Jesús Tanco Lerga

Doctor en Ciencias de la información por la UN

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