Sáb. Abr 27th, 2024

Nuestra Patria. Parece hasta “pecao” escribir esas dos palabras.

El artículo de hoy va dedicado a las manipulaciones de la Historia en todos sus frentes. Hoy el día, con Internet como bandera que es adorada en todos los hogares, la cultura es accesible para cualquiera. Lo malo –que siempre hay algo malo- es que al igual que lo está la cultura, la realidad histórica y el conocimiento, lo está la mentira, la manipulación, o el “error” consentido.

En pleno siglo XXI se supone que la fiabilidad de los estudios está más que garantizada, en una sociedad avanzada donde sólo prima el conocimiento bien entendido como herramienta de evolución. Pues eso….que se supone, porque la realidad, dista mucho de todo ello.

Ya he hablado en otras ocasiones de las manipulaciones al servicio de los nacionalismos, qué, a falta de una historia propia que sea real, tienen que inventarse una nueva a medida. Realmente la culpa no es de ellos, pues el perro ladra porque es perro. La culpa la tienen quienes debieran de denunciar estas malas praxis, corregirlas, e intentar impedir que vuelvan a darse de nuevo. Aunque sea una incomodidad, genere problemas (sobre todo con según qué gentuzas) y pueda hacer de ganarse el sueldo un ejercicio pelín más complicado.

Y aquí es donde viene el tirón de orejas para todo aquél que denuncia la manipulación de los nacionalismos y sus “errores” consentidos, y no hace nada cuando ésta se da por la parte que él considera ideológicamente afín.

Un ejemplo de primera línea lo podéis ver si visitáis el blog de Berenguela de Navarra (click Aquí) donde podéis encontrar la trascripción de un documento original, real…y molesto, que muestra a un Alfonso VIII de Castilla mezquino, cobarde, otorgando todo el peso del entente cristiano como única voz a Sancho VII de Navarra. Los documentos y crónicas posteriores a ésta carta que se muestra, se nutren ya de la primera crónica del obispo Ximenez de Rada, también navarro, aunque no lo parezca.

Éste documento ha sido consultado por varios historiadores anteriormente, ya que aportaban citas como referencia a él pero sin detallar el origen, ni trascribir el documento en su totalidad. Sólo por acción e interés de un particular, el documento al completo llegó a ver la luz, diciendo mucho –y no bueno- de todos los anteriores que lo conocieron.

Otro ejemplo, ésta vez de “error” consentido, lo encontramos en una cita que cada día se hace más recurrente el webs y blogs dedicados a la Historia, y que hacen referencia en esta ocasión a Sancho Garcés III, conocido por el Mayor.

Sobre éste Rey se dice que se intitulaba como Rey de España, y que a España la tenía por su Patria. Y así era. Pero siempre, se relata de manera errónea, citando un documento que no corresponde, sumando un cúmulo de inexplicables errores.

En éste caso el error inicial creo haberlo encontrado en una publicación de César Vidal, que bajo el título de La historia secreta de la iglesia católica, nos dice que:

Sancho III, en el Decreto de restauración de la Catedral de Pamplona, hizo referencia a “nuestra patria, España” y a los godos Witiza y Rodrigo los denominó “nuestros predecesores y antepasados”

Lo primero, decir que Sancho nunca decretó la restauración de la Catedral, tal y como se lee en multitud de citas que pueblan la red. Lo que restituyó fue la Sede Episcopal en Pamplona, antaño trasladada a Leyre. Y en el documento donde la restituye, éstas citas resultan inexistentes.

Estas dos “citas” pertenecen a un documento redactado un año antes, en 1022, donde éste Rey encomienda a su Maestro, amigo y confesor, el Obispo Sancho, introducir la Regla de San Benito en el monasterio de Leyre.

Y las citas reales son las siguientes:

nisi religionem sancte Dei ecclesie, que olim in regione nostra ab inimicis crucis Christi fuerat destructa, niterer restituere, nam postquam execrabilis Ismahelitarum gens regnun Ispanie inuasit, fere nullus diuine religionis cultus ueneranda loca eclesiarum patrie nostre habuit [.] Uereor enim ne sicuti tempore predecessorum regum Ispanorum, Uitiçani uidelicet et Ruderici, patres nostri traditihostibus nominis Chisti perierunt

El motivo de citar el documento equivocado sólo el autor lo sabrá. Puede ser porque en el original, los dos primeros transcriptores alertaron de su posible falsedad por no coincidir las reseñas de su cláusula regnante, y pensara que así le restaba mérito o veracidad. Y no tiene porqué, ya que el que un copista posterior (digamos 100 años después) ante un documento deteriorado, “rellenara” dicha cláusula copiando otra existente del mismo Rey, no invalida el resto del documento. Simplemente hace que la data sea errónea.

Sea como fuere, estas dos citas y su falsa atribución, hasta pueden encontrarse en artículos “serios”, como por ejemplo en ABC, demostrando que son muy pocos, o casi ninguno, los que se preocupan de comprobar si lo que van a citar se corresponde a la realidad, o sólo al interés del momento.

Con todo esto no quiero restar mérito a los verdaderos protagonistas de la Historia, que son en este caso nuestros Reyes. Ni mucho menos. Como Reyes y hasta como Emperadores de España podemos encontrarlos, y sin dedicar mucho tiempo a encontrar las citas correctas.

Por mucho que se escriba en la actualidad, nada cambiará lo que fueron, y lo que por nosotros hicieron.

 

Rogelio Taboada

Cantero artesanal, escritor e historiógrafo sangüesino

 

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