Observo con preocupación que hay demasiada gente que no quiere oír hablar de Bildu y/o de las víctimas de ETA. Es curioso lo que ocurre en nuestro país… Tanta gente empeñada en hablar de la Guerra Civil, en revisar lo que ocurrió entonces, en responsabilizar nuevamente a los culpables, en buscar culpables nuevos, en abrir heridas, en no cerrar viejas disputas… que no quieren saber nada de lo que nos está pasando ahora mismo.
Lo entiendo. No es más que pura cobardía, puro individualismo, puro egoísmo. No quieren que les demos la mala noticia de que ETA no mata porque ha conseguido sus objetivos políticos y, por tanto, no necesita arriesgarse a que les detengan. No quieren que les recordemos que ETA es una organización, criminal y totalitaria que utiliza el terror y el crimen para poder destruir las instituciones democráticas y la sociedad plural; y que si consigue sus objetivos sin asumir ningún riesgo para su vida o su integridad, pues miel sobre hojuelas.
Las gentes “buenas y benéficas” que pueblan nuestra piel de toro quieren seguir recibiendo buenas noticias: todo va bien, ETA ya no mata, ha llegado la paz. Las buenas gentes no quieren que les recordemos que nuestra lucha, la de los centenares de ciudadanos españoles que han sido asesinados por esa banda terrorista, criminal y totalitaria, no murieron por esta paz en la que ETA consigue sus objetivos de reescribir la historia, de que no haya vencedores ni vencidos, de que víctimas y verdugos pasen a ser, por igual, parte y consecuencia del “conflicto”.
Los ochocientos cincuenta y siete ciudadanos asesinados por ETA, sus viudas, sus madres, sus padres, sus hermanos, sus huérfanos…. fueron y son víctimas por defendernos de los criminales totalitarios, por defender la democracia y la libertad. No la paz de los cementerios; no la paz de ETA sino la libertad de la democracia. La libertad y el triunfo de la ley. La libertad y la derrota de ETA.
Los que se esconden y no se manifiestan, prefieren ser como los alemanes que no olían el humo de los campos de exterminio. Las buenas gentes de la España de hoy prefieren creerse las versiones de los que nos cuentan el cuento de que esto era la paz, que todos tenemos que ceder para conseguirlo, que para esto murieron nuestros mártires, que para esto sufrimos pesadillas, que hay que ser generosos con los verdugos, que ellos también sufren…
No hemos sufrido para que haya borrón y cuenta nueva, para que no haya vencidos, para que los vencidos no sean los terroristas y los enemigos de la democracia. No hemos sufrido para que las víctimas deban callar. No hemos sufrido para que las buenas gentes, aquellas que ni siquiera tienen consciencia de que ochocientos cincuenta y siete conciudadanos suyos fueron asesinados por ETA para defenderles a ellos mismos, nos manden callar.
Ni vamos a callar, ni vamos a olvidar. No hasta que derrotemos a los fanáticos y avergoncemos a los tibios. No hasta que sean las víctimas las que salen orgullosas por las calles y los verdugos los que se avergüenzan de lo que hicieron. No hasta que las madres huérfanas nos digan: “No habéis dejado solos a los muertos».
Ana Alba