Vie. Abr 19th, 2024

Capítulo bastante complicado, aviso.

Si algo tiene de complejo el estudio de la edad media es la reiteración de nombres, y el consabido caos de identificación documental que produce. Sanchos, Garcías, Galindos y Enecos florecen como setas, apenas distinguibles con el uso de su ascendente patronímico, dígase por ser hijo de tal o cuál. Ya en ese tiempo se comenzó a dar un uso más abierto de los denominados cognomen, empleando un mote por el que se reconocía al individuo en cuestión por encima de nombre y ascendencia, ya que podía ser –de hecho lo era en muchos casos- similar al nombre y ascendencia de otro individuo ajeno a él. En capítulos anteriores hemos visto a un Eneco “arista” del que la propia documentación nos ilustra sobre el origen de su cognomen. Lo mismo ocurre con García “el malo”, Sancho “el craso” o nuestro singularmente famoso Sancho “el fuerte”.

Sin duda es una costumbre que en la actualidad nos ayuda bastante, pero aun con todo y sobre todo para lo referente a la Navarra medieval, el jaleo de nombres es algo monumental. Llegado a ésta época ya vimos cómo Arista era contemporáneo de otro Eneco. Estos dos bien podemos diferenciarlos, ya que el primero como vimos en las fuentes moras es llamado Eneco Eneconis, hijo de Eneco, y el segundo se declara hijo de Jimeno, con lo que la confusión o error de identificación no da a lugar.

Pero creo que aquí termina todo. A partir de estos dos caudillos, o reyes, se dan una de esas casualidades que hacen que se me levante una ceja, y me cueste tragar según qué afirmaciones.

Por un lado tenemos a la dinastía Arista, conde de Bigorra llegado a éstas partes para luchar contra los moros. Por otro, la Jimena, a la que no le hizo falta llegar pues ya eran de aquí. A la dinastía Arista, se le describe del siguiente modo: Arista el origen, seguido de un par de hijos, llamados García y Galindo. García, quien presentan como heredero de la corona pamplonesa, a su vez tiene dos hijos; Fortún y Sancho.

Por parte de la dinastía Jimena, los marginados hasta el presente, tenemos a Eneco hijo de Jimeno, quien a su vez era hermano de García Jiménez. García que fue padre de otro Sancho, un Jimeno, y de regalo, un Eneco. Se ve que no había más nombres por el mundo.

Como hay “coincidencias” muy raras a la hora de afianzar estos términos desde la documentación medieval, se afirma que el García de los Jimeno fue durante unos años corregente de Pamplona. Que gobernó Pamplona junto a los Arista. En concreto y casualmente, gobernó junto con el García hijo de Arista.

Seré directo: no me lo creo.

Se habla de duplicidad en los nombres para justificar este cúmulo casual, que enreda aun más la interpretación de los documentos medievales, algo que para nada tengo claro una vez estudiada la correspondiente documentación. Comenzaré por el primero que sigue a Arista en Pamplona: García, a quien presentan como segundo rey de Pamplona. La documentación que se conserva, nos ilustra que éste García no tuvo buen trato con la Iglesia de Pamplona ubicada en Leyre, viendo cómo de manera periódica intenta realizar concordatos de hermanamiento con dicha iglesia, en plan arrepentido. Como si se la hubiese liado en algún tiempo. Los dos primeros documentos que encontramos de éste rey de Pamplona, básicamente se resumen en eso.

El primero, fechado en 851 a la muerte de Arista, describe las donaciones que realiza este monarca a Guilensindo, Obispo de Pamplona (el mismo que firmaba con Eneco Jiménez) para fundar un nuevo monasterio: Fuenfría, en el valle de Roncal. Tanto el nuevo monasterio como las donaciones que realiza se ubican todas ellas en territorio Jimeno: de Loiti hacia el este.

El segundo, fechado en 880, dona con el Obispo Jimeno (sucesor en Leyre de Wilesindo) al monasterio legionario las villas de Lerda, Añués y un campo entre Navardún y Sos.

En éste segundo documento ya figura presente su hijo Fortún, al que encontramos firmando como rey 21 años más tarde en un documento de 901 donde, siguiendo los pasos de su padre, acude a Leyre a recibir hermandad, donando Oyarda, San Esteban de Sos y un molino en Yesa.

Todas y cada una de las donaciones, en pleno territorio Jimeno. Ninguna de ellas en tierras del condado de Pamplona. Una dinastía Arista muy pero que muy singular, que dona lo que no es suyo, a la vista de lo que interpretan.

Es un golpe tremendo tener que decir esto contrariando a tanta gente que lo afirma, pero según puede desprenderse de la documentación existente, la dinastía Arista comenzó y terminó con Iñigo Arista. Una vez muerto, en 851, una rama de los Jimeno se afianzó en el trono pamplonés. Una Pamplona, no lo olvidemos, poblada por vascones aquitanos que nada querían saber de cristianismo. Existen varios índices que nos ayudan a aclarar términos en ésta sucesión, como el encontrar a un Galindo Eneconis cautivo en la Córdoba de 851 que es liberado justo tras la muerte de Arista. Capturado en 845 por Abderramán II, es trasladado a Córdoba en calidad de rehén. Es un contrasentido afirmar que es hijo de Arista, al que liberaban…¿para qué?

Para gobernar está claro que no, pues es a García al que vemos en el trono. Sostener que es hijo de Arista por ser enneconis, es negar la posibilidad de que fuese hijo del Eneco Jiménez. En la carta que envía San Eulogio de Córdoba a el Obispo Wilesindo, escrita en 851, vemos cómo el santo le indica a nuestro obispo que ahora sí se dan las garantías de seguridad para enviarle las reliquias de San Zoilo que el obispo le solicitó, pues éste Galindo Enneconis ardía en deseos de volver a “su frontera” y podía encomendarle a su persona la custodia de las sagradas reliquias.

Tanto el aludir a nuestra extremadura (de la que Pamplona carecía) como el que las reliquias de San Zoilo terminasen ubicadas en Cáseda, nos indican de manera clara que éste Galindo poco tenía que ver con la ciudad de Pamplona. Bien al contrario puestos a teorizar, lo que sí puede afirmarse de manera solvente es que su liberación fue una cesión por parte del Omeya ante la nueva casta dirigente en territorio Pamplonés, esperando facilitar así un acuerdo ventajoso en su marca superior.

Para que os hagáis una idea del caos que se arrastra en el estudio de nuestras regias genealogías, los primeros intentos por documentarlas arrojan resultados tan pintorescos como las crónicas realizadas por el Obispo Ximénez de Rada, navarro de nacimiento y traidor a su condición, que terminó sus días como el obispo preferido de la monarquía castellana contraria a Navarra, donde encontramos a un Fortún Garcés reinando en Pamplona, que para hacerlo coincidir con todo lo conocido se describe muerto a la edad de 126 años. De ahí bien podemos saltar a las últimas crónicas, que al encontrar a dos Enecos casados cada uno con una mujer diferente, lo solucionan proponiendo que fue sólo un Eneco, Arista, pero que era polígamo. Todo sea por el bien de la dinastía Íñiga.

Podemos echar mano directamente a los nombres. Ya vimos en la toma de posesión de Pamplona por parte de Arista, cómo bajo el título de Conde de Aragón existía el mencionado Fortunyo Jiménez. Sobre el nombre de García, comenzamos todo esto con nuestro primer monarca, ungido en Alsasua y batallador en Ainsa. Nombre Jimeno por excelencia. Y Sancho, al que conoceremos en el capítulo siguiente. Éste nombre en particular, Sancho, es otro de los nombres que, en nuestra edad media, nace como gentilicio de un determinado lugar. Si encontramos en Contrebia Belaisca un origen para el nombre Velasco, de igual modo encontramos en Sactorum Ossa el origen de Sancho. Además, gracias a las diferentes lenguas de las que en Sangüesa se dieron uso, los encontramos acompañados siempre en todos sus posibles usos. Si hay una Sangossa hay un Sango Uita. Si hay Sancossa, hay Sancio Vita. Y así en todas sus maneras, incluso encontrando documentada una Sanchuessa. Así tal cual.

El primer Sancho documentado lo encontramos con recelo, citado en documentos del XVIII que lo mencionan como uno de los duques que acompañaron a Carlomagno en 801 a liberar Barcelona. Con recelo, aclaro, porque esos mismos trabajos citan como fuente primaria a los Annales de Eginardo. Annales en los que no se menciona a ningún Sancho por ningún lado. Su mención, de la que ahora se valen a manos llenas es causada por un “error” de interpretación, en el que se traduce como Sanctulus (supuestamente Sancho) el nomen Centulus. Lo que viene siendo llamar huevo a una castaña.

Lo vemos por ejemplo en 819, de la manera siguiente:

Simili modo et Lupus Centulli Wasco…”

“De forma parecida Lope Céntulo Vascón…”

Y que traducen como:

“Al igual Lupus Sancho el Vascón…”

Como la realidad se va abriendo paso, en los último trabajos sobre ésta genealogía ya se ha incluido a un anodino Céntulo como hermano de éste supuesto Sancho, a quien se mantiene como personaje real.

También se asocia de manera tan directa como errónea a “Ildefonso” Sancho, de linaje visigodo y supuesto sobrino del García López fallecido en Pamplona. Para que veáis la complejidad de las interpretaciones, según qué traducción sigas, es Sancho el mejor caballero de la Pamplona de 816. Según otros, lo es el mencionado difunto García.

La realidad muestra un claro parentesco entre estos García y Sancho. Caso similar al parentesco de otro Sancho más, ya que se asegura que en el 778, Lupo II (de Vasconia) muere, y sus hijos Sancho y García son recogidos en la corte franca, supuestamente tras la batalla de Roncesvalles. Esa batalla que no sale mencionada en ninguno de los annales francos para ese año.

Gracias a estas singulares interpretaciones o afirmaciones, se valen para sostener que los primeros Sanchos conocidos se encuentran en vasconia, y por ende, son vascones, cuando todo en ellos nos devuelve siempre a la primera Navarra, desde Jaca a Pamplona. No hay que recorrer muchos documentos para encontrar a un Sancho López natural de Araquil, y contemporáneo de éstos lances.

El segundo, y documentalmente el primero fiable, cerrando los puertos de nuestra cerretania particular, en el 848, lo encontramos nuevamente en la carta de San Eulogio de Córdoba al Obispo Wilesindo. Conde que limita el acceso a Aquitania, donde dos sucesivos nobles aquitanos se habían autoproclamado reyes de vasconia, en un intento de independizarse de la monarquía franca. Algo que no les duraría mucho pero que en los años que duró, hizo que los condados de este lado de los Pirineos se resintiesen notablemente al carecer de un apoyo directo del ejército franco.

A éste Sancho, pese a combatir directamente a los intitulados reyes vascones, como no podía ser de otra manera también se le etiqueta debidamente como Sancho “el vascón” en trabajos recientes sobre su persona.

Será el mismo Sancho López de Araquil, hermano del García López muerto en Pamplona, quien después de haberse criado junto con su hermano en la corte franca se le encomendó el condado de la Gallia Comata?

O será su hijo, llamado Sancho Sánchez?

Pues estamos en situación de afirmar lo segundo, en base a lo primero. En la realidad paralela que encontramos en las genealogías francesas, encontramos a un Aznar Sánchez como Conde de Jaca hasta el año de 836. Conocido por el sobrenombre locativo “de Larráun”, a quien le sucede en el cargo tras su muerte…su hermano Sancho. Hasta el 864 en concreto, con lo que queda claro que la dinastía Sánchez de Larráun, es a la que pertenece el Conde Sancho descrito por San Eulogio en 848.

Por si alguien desconoce su situación, Larráun es un municipio situado a escasos 20 kilómetros de Araquil. En la merindad de Pamplona.

Imagino que tiene que molestar, irritar e incluso poner histérico a más de uno el tener que valorar que todos los Sanchos documentados en la Vasconia aquitania, lejos de ser oriundos de esa comarca, tienen su origen en éste lado de los Pirineos. Lejos de vascones y vasconas.

Y aun tiene que doler más, valorar la posibilidad de que éstos navarros venidos a más, terminasen por gobernar la Vasconia real y documentada del alto Garona, tras derrotar a los autointutulados reyes de los vascones, para mantener Vasconia como condado perteneciente a la corona franca.

Para cerciorarnos de la realidad de los Sancho, no hay más que seguir el rastro de su nombre.

Pese a que en tiempo de los romanos ya existían multitud de santuarios, la deriva desde ellos hasta un nombre con ese origen parece que no se dio hasta nuestra edad media. Por lo menos yo no he sabido encontrar ninguno, aunque no por ello niego que puedan existir, que como digo santuarios en tiempos de Roma, a miles, y el imperio fue muy, muy grande. Lo que sí puedo hacer es retar a cualquiera a que encuentre un Sancho documentado en cualquier parte de la actual Navarra, ó Aragón, ó cualquier feudo cristiano tanto peninsular como franco, anterior al 732 donde se refunda Sangüesa como refugio de reliquias y cabeza de la cristiandad. Os invito a que os pongáis a ello, que cuanto más indaguéis sobre ese nombre, más os iréis acercando a la Sangüesa medieval.

Por mi parte pese al caos documental y a su estudio asociado, tengo claro que la dinastía de Arista, por lo menos la gobernante, murió con él, dando paso a una Pamplona en manos jimenas. Pamplona que por concordato político para mantenerla estable, permaneció sin clero, para alegría de sus vascones y disgusto de nuestros obispos.

Cabe destacar el brusco cambio en la política de Pamplona que los estudiosos delatan en el acceso de García a la corona. Tras un gobierno Arista sólo vinculado a los vascones aquitanos y a los moros de Tudela, y contrario al resto de feudos peninsulares, García vuelve de inmediato a las buenas relaciones con la monarquía astur, aliados in tempore de los Jimeno, batiendo las espadas con los moros del sur.

El árbol genealógico de la familia Jimena, bien puede ser el siguiente:

Garcí Ximénez

¡

Jimeno Garcés

¡

Eneco Jiménez               –         García Jiménez             –         Fortúnyo Jiménez

                     ¡                                                 ¡                      

García y Galindo Eneconis           Eneco, Jimeno y Sancho Garcés

     ¡                                                                                     ¡

Fortún Garcés                                                           García Sánchez

De ésta manera no hace falta que ninguno de ellos pase de los cien años para que se vean reflejados en su correspondiente documentación original, y explicaría muchas de las cuestiones que aun hoy en día se plantean en torno a las sucesiones pamplonesas.

En el estudio de nuestras genealogías, de los nombres que las conforman, a la luz de todos los capítulos anteriores y la línea histórica que en ellos se describe, se abre de manera clara una nueva realidad ante nosotros. Galindo, nombre que, como hemos visto en éste capítulo es habitual en nuestra edad media, es al igual que Velasco y Sancho un nombre que nace como gentilicio. De la Gallia Comata. No es por accidente que la mayor parte de Galindos estén asociados tanto a Jaca como al Condado de Aragón.

Y hay más. Como vimos en los relatos de la Crónica Pinatense, se hablaba de una comarca nombrada como panno, y que al autor identificaba de manera errónea con San Juan de la Peña. De igual modo, si recordáis la crónica de la batalla de Ainsa, en el entorno del estandarte jimeno se mencionaba a los soldados del paño. Panno en el original.

Pues con éste panno identificado en las tierras de mi comarca, se dio origen a uno de mis apellidos: Plano.

Podéis consultar cualquier base de datos que estudie la genealogía peninsular, e incluso europea. Veréis que ésta comarca es la segunda en Europa -tras Agrigento, en Sicilia- en arrojar linajes con éste apellido. Y como ejemplo, pongo el cuadro de ublicaciones de una de ellas. En concreto, de geneanet.org:

Más de 300 linajes sólo en Sangüesa, a los que hay que sumar los de Domeño (corazón del Romanzado) y Sos del Rey Católico para encontrar el mayor volumen de linajes hispanos en nuestra Navarra original. En las tierras del panno.

Cosa que yo, a modo particular, veo más lógica que explicaciones como las que me he encontrado en diferentes publicaciones, afirmando por ejemplo que el origen de Galindo, es balcánico, o que Sancho viene del dios pagano Sauco.

Tengo que reconocer que en todo esto también hay algo que a mí personalmente me toca los pies, y es el ver cómo intitulan a los miembros de la fantástica dinastía íñiga como Reyes legendarios del Sobrarbe, ya que cuando Garcí Ximénez liberó Ainsa, Iñigo Arista ni siquiera había nacido.

Resumiré el capítulo de hoy, complejo e incluso farragoso, presentando a un Fortún Garcés dentro de la Dinastía Jimena, el cual junto con su joven hija Oneca fue apresado en Milagro en el 860. Recluido en Córdoba como rehén, ahí se mantuvo dos décadas, volviendo a Pamplona con el tiempo justo para heredar la corona.

Dos décadas que debieron de cambiarle mucho, pues lejos de cristianizar Pamplona bajo su gobierno…obligó a que su familia le visitase, llamándole al orden. Algo que veremos a continuación, en el capítulo dedicado a:

Sancho Garcés.

Rogelio Taboada

Cantero artesanal, escritor e historiógrafo sangüesino

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