Vie. Abr 19th, 2024

Como vimos en el capítulo anterior, el contacto con los moros en éstas latitudes puede demostrarse desde una fecha muy temprana, teniendo ya a un soberano contrario a ellos en 717, que realiza poco después una muy singular gesta que sería conocida por el resto de la cristiandad.

El territorio que puede marcarse como libre, dentro de ésta singular Navarra, puede acotarse en éste primer tiempo en una zona que va desde Alsasua hasta la liberada Ainsa. Casi casi al centímetro de la zona que se adjudica a Navarra en el mapa publicado en el capítulo sexto y que rescato, personalizándolo para adaptarlo a éste capítulo. Este territorio (rojo y azul) bien nos vale para ejemplarizar el territorio libre en el 724.

Pero siguieron llegando las desgracias. Al norte de los Pirineos, tanto francos como vascones se las veían contra los sarracenos, que atacaban sin cesar por el lado catalán.

Comenzaré hablando del Dux Vasconum en el año de la conquista; el Duque Odón, más conocido como Odón el Grande. Hijo de Lupo I de Aquitania, heredó tanto el ducado de Vasconia como el aquitano a la muerte de su padre. Hay autores que señalan a este caudillo como el caudillo vascón que intentó conquistar Pamplona en el 711, enfrentándose a Roderico y las tropas visigodas. Mi pensar difiere de esas afirmaciones, ya que desde las crónicas francas no existe ni mención a un ataque vascón a Pamplona en esas fechas, ni siquiera como mínima alusión. Eso hablando obviamente, de los vascones de origen franco. Otra cosa son nuestros vecinos del Baztán, a quienes sí que considero autores de ese ataque e intento de conquista. Cosa que parece que no consiguieron pues como hemos visto después, García Jiménez y su ejército cabalgaba libremente de este a oeste.

Es importante realizar ésta matización. En esa época para los cronistas francos, existían dos vasconias. La primera, aquitana por siempre, y tierra natal de la dinastía de Odón, que englobaba el alto Garona y las tierras tradicionalmente adjudicadas a los vascones de origen galo romano. La segunda, la que tan bien conocemos, que ubicada en el Baztán y zonas limítrofes (en verde en el mapa) evolucionaba de manera independiente a francos y visigodos desde el pueblo vacceo llegado de Hispania. Es importante tener en cuenta esta salvedad pues para los cronistas hispanos, todo lo que fuese cruzar los Pirineos era pasar a Vasconia, pero para los franceses, no.

Odón, aliado en un primer momento de los Merovingios, fue derrotado por Carlos Martel, obligando al derrotado merovingio a esconderse en la Vasconia de Odón. Algo recurrente, pues siempre que alguien quería perderse del mundo, huía a Vasconia. No tardó Odón en recular, sumándose al bando vencedor, entregando tanto a su “refugiado” como el tesoro real que portaba y pactando con los vencedores un primer acuerdo sobre la independencia de su condado aquitano.

Como veis, el solar franco lejos de estar unido andaba manga por hombro. Y qué decir de las Hispanias. Por éste tiempo, los navarros aguantando lo que cayera, y los astures comenzando a revolver. Por la parte mora la cosa no estaba mejor, ya que lejos de ser un cuerpo unificado, el contingente invasor estaba formado por una multitud de pueblos, cada uno con su caudillo y señor, a los que había que sumar los nobles arriano-visigodos que pretendían mantener su estatus peninsular, y al contingente Omeya interesado en crear aquí su nuevo dominio.

Es una realidad que el grueso del ejército moro penetró en Francia por el lado catalán, pues la otra opción, nuestros pasos de montaña, se les presentaban en exceso peligrosos. Podemos ver así cómo desde fechas muy tempranas, el valle de la Cerdaña catalana, en tierras del Segre, es ocupada por un caudillo bereber: ibn Naissa. Recordad éste nombre pues para nosotros va a resultar relevante.

Volviendo con Odón, en el 721 vivió su momento de esplendor. Un gran ejército Omeya recorrió nuestra península, con la única intención de tomar Tolosa, la capital del ducado aquitano. Odón viéndose en inferioridad, dejando la ciudad en estado de sitio recurrió a los francos del norte solicitando su apoyo. Reforzado con tropas francas, volvió a Tolosa y arrasó al ejército invasor, afrontando los moros su primera gran derrota en suelo europeo. Este lance supuso para Odón reafirmarse ante la nobleza europea, que le ayudó a asentar su independencia ante el creciente poder de los francos.

Buscando una mayor estabilidad para sus fronteras, acordó el casamiento de su hija con el caudillo bereber anteriormente citado, ibn Naissa, enemigo de los omeyas y vecino sureño del duque vascón. Viendo en este matrimonio un enorme peligro para sus intereses, los carolingios atacan Aquitania y la saquean. Por su parte los omeyas desde nuestra península, hacen lo propio y atacan el feudo de ibn Naissa, quien resulta muerto en combate, siendo sus tropas diseminadas buscando finalmente refugio en la Vasconia aliada.

Y aquí es cuando viene lo nuestro.

En 732, el reinstaurado valí de Al-andalus, Abd ar-Rahman al-Gafiqi, reúne a todos los ejércitos moros de la península para enfrentarse al vencedor de Tolosa. Como el acceso por el lado catalán lo sabe bien defendido por francos y rebeldes a su mandato, decide romper costumbres y acceder a Aquitania por aquí. Por la vía romana que desde Pamplona cruza los Pirineos. Aquí se pierde Pamplona (en azul) para el feudo Jimeno, marcando desde entonces y durante casi dos siglos el límite occidental de la cristiandad en estas latitudes, en el ya conocido puerto de Loiti.

Por su parte al-Gafiqi devastó Burdeos tal y como esperaba, derrotando a Odón posteriormente en la batalla del río Garona. Durante unos meses prosiguió en su campaña contra el solar francés, hasta que en otoño de ese mismo año una coalición formada por los ejércitos francos, y el resto del ejército aquitano que Odón pudo reunir, destrozó literalmente a las tropas moras en la muy conocida batalla de Poitiers. Batalla que supuso el principio del fin para el avance moro en Europa.

Aquí hago un paréntesis, para señalar que la ocupación de Pamplona en el 732 queda refrendada por las propias excavaciones realizadas en nuestra capital. Creo que los navarros que leáis esto recordaréis la necrópolis musulmana que se encontró en las obras de la Plaza del Castillo. Pues bien, esa necrópolis corresponde a estas fechas, declarando una población musulmana, de soldados y civiles, mujeres y niños hasta un total de 190 enterramientos, en lo que se conoce como la necrópolis musulmana más antigua de España. El periodo ocupacional que demuestra es de unos 50 años aproximadamente. Sobre los vascones hispanos, nuestros vecinos del Baztán, pese a que no son mencionados en las crónicas de este suceso ya que las menciones a gentes vasconas lo son siempre a las milicias de Odón, primero en Burdeos y posteriormente en la comarca del Garona, considero que tuvieron un papel relevante en este caso por acuerdo con el ejército invasor, abriéndoles el puerto y facilitando así su paso a Aquitania. Posiblemente el acuerdo conllevase un reparto de las tierras conquistadas en éste lado de los Pirineos. Algo que en el futuro veremos más que probable.

Volviendo a Poitiers y sus consecuencias, decir que los moros supervivientes, se las vieron y desearon para volver a la península, comandados por un maltrecho al-Gafiqi al que aun le quedaba un episodio bélico por protagonizar.

Tradicionalmente se admite que al-Gafiqi murió en Poitiers. Pero, ¿realmente fue así?

Volvemos a darnos de frente con nuestras propias “leyendas” y el ahínco en que lo sigan siendo, negando una realidad que se muestra clara pero que parece molestar a los defensores de la historiografía convencional, donde sin Asturias ni Castilla no hay reconquista posible.

La leyenda que nos va a ilustrar en ésta ocasión es la de la Batalla de Olast, y dice así:

Ante el aviso de que un gran ejército sarraceno se dirigía a nuestra tierra, los ejércitos de la Navarra libre se concentraron para plantar batalla. Como el ejército moro parecía no tener final, se movilizó a todo hombre útil, rico, pobre, libre o esclavo, e incluso a todas las mujeres del feudo Jimeno que estuviesen dispuestas a blandir una espada.

Encontrándose los dos ejércitos sobre un puente, se batieron sin cuartel hasta que una mujer de nombre Sara, roncalesa, con su espada decapitó al caudillo moro poniendo así fin a la batalla.

Ésta “leyenda” tiene como consecuencia real, tangible y mensurable de que el primer escudo que identificó al Valle del Roncal, fuese el de una cabeza de moro decapitada, sobre un puente entre altas montañas. Pero lejos de quedarse en el Roncal, representaciones similares las podemos encontrar en Ujué, e incluso en Sangüesa, con o sin puente. La foto que utilicé para ilustrar el capítulo dedicado a vuestros comentarios, muestra una de nuestras joyas medievales, en forma de cabeza decapitada de moro. Una de las muchas que aquí tenemos, pero la mejor de todas ellas.

El relato anterior es el relato clásico de la batalla que ha llegado hasta nosotros. Trabajos posteriores han fechado este “posible” lance en el 785, situándolo en el puente de Yesa, aquí al lado de Sangüesa.

Y ahí pudiera quedar la cosa, pero ya sabemos que uno más uno, siempre son dos.

Con éstas en la mochila, nos vamos de nuevo a la jacetania. Es en Jaca donde conocí de primera mano en mi adolescencia otra “leyenda”, cuyo aniversario se conmemora todos los años el primer viernes de Mayo, y que recuerdo de la manera siguiente:

En la edad media, ante el aviso de que un gran ejército moro quería asolar la ciudad de Jaca, se reunieron las tropas de todo el alto Aragón. Como el ejército cristiano estaba maltrecho y el ejército moro parecía no tener fin, se decidió que las mujeres también participasen en la batalla. Vistiéndose con ollas y cacerolas a modo de armadura, acompañaron a sus hijos y esposos ante las murallas de Jaca. Los moros, impresionados por el número de defensores, que creían muy inferior al que tenían delante, comenzaron a recular. Cosa que los jacetanos aprovecharon y se echaron sobre ellos en los campos cercanos al actual cementerio. En el lance, el caudillo moro fue decapitado, poniendo al resto de moros en fuga.

Bien, desde que oí por primera vez esta leyenda, y disfruté de su celebración, he podido ver cómo se incluyen actores, citándose en la actualidad al Conde Aznar como “posible” vencedor de la batalla, y la fecha de 760 como la datación del supuesto lance. La referencia al Conde Aznar tiene un claro origen en el cronicón de Alfonso X “el sabio”, Grande y General Historia que, realizado en el siglo XIII, recoge este suceso citando como principal al conde jaqués.

El resultado real de ésta leyenda jacetana, lo vemos en la siguiente imagen. Caballeros cristianos por las calles de Jaca, portando la cabeza del rey moro clavada en una pica. Que será queriendo o sin querer, pero hasta parece que sea el mismo del antiguo escudo de Roncal. Cabeza que en la actualidad ocupa otro cuartel en el escudo de Aragón.

Llegados aquí y sabiendo lo que opino de éstas cuestiones, imagino que ya sabréis que no albergo ninguna duda que estas dos “leyendas”, tanto la navarra como la jacetana, están hablando de un mismo suceso. De una misma batalla.

Estoy plenamente convencido de que ambos relatos se deben al regreso de al-Gafiqi tras ser derrotado en Poitiers, donde a su vuelta a la península fue recibido por las tropas de la única región libre que quedaba en las Hispanias, luchando hombres y mujeres codo con codo, logrando una de ellas decapitar al Valí sobre un puente entre montañas.

Aquellos que han leído mi novela ambientada en esa época, bien conocerán mi pensar sobre ésta batalla 🙂

Estudiando el suceso en cuestión, expuse el resultado de que al-Gafiqi y sus tropas accedieron a la península haciendo uso del Summo Pyreneo, antigua calzada romana que da paso al actual Valle de Hecho, y que en la actualidad sigue siendo practicable pues es uno de los pasos empleados en el Camino de Santiago. Desde El Valle de Hecho buscaron cruzar el Aragón en las cercanías de Puente la Reina de Jaca, y buscando un paso hacia al sur, desembocaron en la foz o paso de Alastuey, lugar donde creo se dio la batalla real. Su nominación medieval como Alastus o Alastue nos deja poco camino desde el Olast que se mantuvo entre nosotros. Su ubicación justo al sur de uno de los principales pasos pirenaicos de la edad media, y en el centro del territorio Jimeno, poco margen me dejan para dudar.

También ayuda el que en ninguna ciudad, o villa, o pueblo cuyos señores lucharon en Poitiers pueda verse por ningún lado la cabeza del perdedor de la contienda. Cosa que de suceder ahí no dudo que sí se daría. Sin embargo es aquí donde se identifica, se mantiene el uso e incluso se sigue celebrando en la actualidad. Sí que veo un error muy comprensible en la atribución real del decapitado, ya que tradicionalmente se ha tenido como uno de los famosos Abderramán, como bien nos recuerda el escudo de Ujué, y que en realidad se trata del antecesor de todos ellos, nuestro restituido Abd ar-Rahman al-Gafiqi.

Vencido en Poitiers, y decapitado en Alastuey por mano de una roncalesa. Buen pago le dio la Historia a este hombre por arrebatar nuestra capital con su comarca y ponerlas en manos impías hasta…hasta cuándo?

Próximo capítulo: Carlomagno.

Rogelio Taboada

Cantero artesanal, escritor e historiógrafo sangüesino

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