Sáb. Abr 20th, 2024

En capítulos anteriores he descrito las singularidades de la simbología tanto celtíbera como romana. Llegados a éste punto, es de ley dedicar un capítulo propio a la que caracterizó al mundo visigodo.

Si bien no es una simbología nueva, y marca una clara tendencia a continuar la heredada del imperio, su estilo sí puede tenerse como genuino ó fácilmente identificable. Puede catalogarse en dos secciones principales: la primera fase, donde la mayor parte de los visigodos eran seguidores del arrianismo, y la segunda, la que llegaría hasta la baja edad media, la de los visigodos católicos.

Dentro de la primera clase, de los arrianos, en el ámbito personal el símbolo principal que les caracteriza es el águila del imperio.

Fíbulas, broches y todo tipo de abalorios son elaborados dando forma a ésta ave. Bronces, cristal y todo tipo de materiales representan al águila visigoda incluso más allá de nuestras fronteras.

En el ámbito religioso, mantenían la tradición de la hexapétala junto a la inclusión de los primeros crismones, fácilmente identificables pues se esculpen como interior de una corona vegetal, ó portan ornamentación vegetal en su interior. Algo que perduraría incluso en los primeros ejemplares elaborados desde el catolicismo.

Del mismo modo mantuvieron el uso de la concha (o palmeta) paleocristiana, como la que podéis ver en la imagen. Concha perteneciente a la catedral de Córdoba antes de que la convirtiesen en mezquita.

Incluso puede verse la concha representada como vemos en la siguiente imagen, como todo motivo ornamental en la decoración de éste eremitorio rupestre del siglo VI. Uno de los muchos edificios cristianos que fueron asolados en la «pérdida de las Hispanias».

Dentro del segundo grupo (sVI en adelante) toma relevancia la Cruz. Realizada con el singular trazado que ya describí para la estela de Ujué, de tramos largos y estilizados, se hace común en su uso para toda la península, incluso en algunas regiones como sustitutivo de los crismones, añadiendo a la cruz el alfa y el omega.

La cruz estilizada pasó a ser motivo principal representándose en todas las disciplinas artísticas. Miniaturas iluminadas, fundidos en metal, esculturas y un sinfín de representaciones han sabido llegar hasta nosotros. Éste altar de Sevilla es fiel exponente.

Las celosías igualmente identifican al arte visigodo, encontrándolas por lo común como elemento práctico empleándolas como cierre de ventana, ó como las que encontramos en Santa María de Sangüesa, como elemento decorativo.

En lo referente a nuestra comarca, la antigua Navarra, decir que fuimos singulares hasta para marcar diferencias en éste sentido. Si bien la presencia visigoda es clara aun en un tiempo más avanzado que en el resto de la península, estelas como la expuesta de Ujué son rara avis. Por el contrario de seguir el modelo común para toda la península, ejemplos como la estela de Navardún expuesta en el capítulo pasado, o el altar de Fillera, junto a Sangüesa, y que podéis ver en ésta imagen, atestiguan un uso diferente de la cruz. Podéis ver en la imagen que pese a ser un altar visigodo de manual, la cruz tiene los cuatro lados proporcionados, vaciándose los vanos en relieve para que el resultado siga ofreciendo una figura de ocho relieves.

Lejos de quedarse ésta singularidad en ejemplos sutiles como el de este altar, nuestra comarca fue solar de un terremoto religioso en la alta edad media, y del que lamentablemente no puedo hablar aun ya que es el motivo principal de mi próximo libro de investigación. Hablaré de las consecuencias inmediatas que tuvo en lo referente al arte, ya que dieron origen a un nuevo modelo de Crismón: el Trinitario.

Modelo de crismón creado como arma contra la herejía, incluye una S en el larguero inferior, cambiando de raíz su interpretación anterior de X-ρ (Jesús Cristo) por P-X-S (Padre, Hijo y Espíritu Santo), haciendo de esta S un elemento que nos ayuda a diferenciar dentro de la edad media los templos con origen católico, de los que lo demuestran arriano, siendo estos últimos finalmente reconvertidos al catolicismo imperante.

Como ejemplo demostrativo de esta reconversión expondré el crismón que decora el tímpano de la iglesia de Santa María, en Santa Cruz de la Seros, Huesca. Éste crismón tiene su origen en el siglo VI, siendo reconvertido posteriormente de la manera que vemos. En un segundo retallado de los vanos, con una obra apresurada que demuestra una ejecución realizada por imperiosa necesidad y no por estilismo o decoración, se han incluido la P, la A, la S y el Omega de manera totalmente arbitraria. Cabe destacar en éste crismón su condición como elemento  de ocho radios. Muy Navar, y como veréis, primer ejemplo de nuestro particular estilo simbólico.

En la fachada sur de este mismo templo puede contemplarse otro crismón de factura más temprana, que aun se mantiene original. Muy deteriorado, recompuesto en su parte superior con dovelas medievales, y con los vanos decorados por una flor.

Siguiendo con nuestro particular estilo, nos dirigimos a la capital de la Jacetania. Pese a que este punto sé que molesta a más de uno, a causa de sus actuales pensares, tengo la obligación de incluirlo pese a que para nada ayude a hacer amigos. El ejemplo siguiente, y que es el mejor para los de su tipo, es la imagen principal de hoy, que nos muestra el Crismón de la Catedral de Jaca.

Las descripciones oficiales nos indican que es un crismón perteneciente al último tercio del XI, ejemplo de….y roge está de que no. Éste crismón pertenece al grupo elaborado entre los siglos VI y VII, reutilizado posteriormente. Que ningún cantero a lo largo de la historia ha fabricado una talla teniendo ya una hecha, ni un patrono, sea civil o religioso ha pagado la confección de una nueva (que costaba en ocasiones el sueldo de dos años de un labrador) teniendo una que pudiese reutilizar.

La primera singularidad en su estilo es el que nuevamente en lugar de tener los seis brazos heredados de la hexapétala, tiene ocho. Entre ellos, decorando sus vanos, vemos una flor similar a la de Santa Cruz de la Seros. En el círculo que le sirve de marco, podemos leer la siguiente inscripción:

“Lector en esta escultura procura reconocer lo siguiente – la P es el Padre la A el Hijo la Doble* el Espíritu que da vida. Ellos tres son sin duda por derecho propio un solo y el mismo Señor”

*forma de llamar a la S

Uno de los más claros alegatos en defensa de la Santísima Trinidad. Una doble joya, ya que tanto lo es por su valor artístico como por el religioso.

Aquí la descripción oficial nuevamente entra en desacuerdo directo con lo que el texto realmente indica. La descripción oficial intenta encajar lo descrito en el texto con la composición del propio tímpano, añadiendo una alusión a la X que en el texto resulta inexistente. En las primeras descripciones que pueden encontrarse de éste tímpano, el desarrollo descriptivo era similar, pero aludiendo en lugar de a la X, a un omega que del mismo modo es inexistente en la inscripción. Sé que es aventurado contradecir lo que tanta gente afirma sin duda alguna, pero la realidad que me he encontrado por desgracia difiere en muchos casos con lo académicamente admitido. Y este es otro de ellos. Simplificaré la “pedrada” yendo directamente a la solución: ésta inscripción NO describe al tímpano en el que está escrita.

Una locura, ¿verdad?

El texto grabado en el tímpano de Jaca describe literalmente al primer Crismón Trinitario que vio la luz. Crismón que, aunque os pueda sorprender, ya conocéis.

Hablo del Crismón que se muestra en la exposición permanente de la Catedral de Pamplona, que ya os mostré como ejemplo de elemento anterior a la llegada de los moros, pues mostraba la luna hacia arriba.

Éste tímpano, fabricado entre finales del IV e inicios del V, muestra seis radios similares a los que hemos visto en el más antiguo de Santa Cruz de la Seros, y como elementos externos a los seis radios sólo vemos la P, la A y la S, que es lo que tan diligentemente se describe en la inscripción jacetana. Crismón que no distingue la X en el cuerpo principal, ni incluye el Omega por ningún sitio.

Esto es una realidad como veis totalmente demostrable. El crismón pamplonés fue confeccionado como emblema de una iglesia romana que se enfrentaba en lucha abierta contra toda herejía, bien sea arriana o de diferente índole, que negaban entre otras cuestiones, la Divina Trinidad. El motivo de por qué grabar esta inscripción en el crismón jacetano, ya entra dentro del campo de la teoría. La mía particular al respecto es la siguiente:

La última referencia a un obispado físico en Pamplona es del 693. Pocos años antes de la morería. En éste tiempo, el obispado aun se mantenía dentro del estamento romano. Con la llegada de los moros, la zona de influencia del obispado pamplonés por el este se retiró hasta su límite en el Valle de Hecho dentro de un devenir turbio, complejo e independiente. Estoy convencido de que es en la década de 1060-1070, donde el Papa Alejandro II vuelve a acoger al obispado pamplonés bajo la tutela de la Iglesia romana -extendiendo de nuevo su frontera límite hasta el río Gállego- cuando se dio inicio a la construcción de la actual catedral, y se realizó la inscripción en el tímpano anterior como “sello” particular de la iglesia de Pamplona sobre la recién recuperada diócesis jacetana.

Sobre éste peculiar modelo de ocho radios podéis encontrar similares en multitud de iglesias, monasterios o eremitorios que tengan raíz en la antigua Navarra. Incluso en los crismones que incluían como firma nuestros Reyes y Obispos.

El emblema de los ocho brazos emulando nuestra estrella puede encontrarse en los lugares más insospechados, y siempre de mano de la Historia de nuestra tierra. Como simpático ejemplo, os muestro éste capitel, perteneciente a la cripta de San Antolín, en Palencia. El que tenga interés…que busque sus orígenes 🙂

Para terminar el capítulo de hoy, y puestos a romper descripciones oficiales, me iré al campo de las miniaturas, a comentar ésta muy singular estampa:

El conocido como Beato de Cirueña es un documento único, el más antiguo que se conoce, encontrado por azar como parte de una encuadernación. Documento de un solo folio, desde su descubrimiento ha sido motivo de estudio y admiración. La descripción más completa que he podido encontrar es la siguiente:

“de Cirueña procede el más antiguo fragmento que hoy conservamos de Beato, fechable en los últimos decenios del siglo IX. Es posible que el manuscrito haya llegado a esta región procedente de algún monasterio pirenaico navarro o altoaragonés. Se trata de un único folio provisto de su correspondiente ilustración.

A pesar del carácter primitivo e incluso tosco con que los autores lo han calificado, el fragmento posee el interés de mostrarnos la ilustración más antigua que conocemos de los Beatos, en el cual se pueden observar ya los principios que rigen la ilustración de los Comentarios. La miniatura ilustra el pasaje del Ap. VI, 9-11. La imagen ha sido dividida en dos registros. Arriba se representa a gran escala el altar en forma de «T» según el modelo visigodo, y debajo de éste, en el mismo eje, el busto de Cristo con su nimbo crucifero.

Conforme a la visión joánica: «et… vidi sub ara Dei animas intefectorum propter verbum Dei», bajo el altar figuran las almas de los mártires representadas por medio de palomas, de acuerdo con un viejo simbolismo pagano muy utilizado por el primer arte cristiano. El miniaturista ha hecho alusión además a estos mártires en su forma corporal representándolos a modo de cadáveres decapitados correspondiéndose en número con aquéllas. Estos cadáveres que sólo reaparecen en los Beatos de la Biblioteca Nacional de Madrid” (Los Beatos en La Rioja– Soledad Silva y Verástegui, 1994)

Pues bien, pese a conocer notablemente el mundo del arte sacro y saber que lo que describe tiene toda su lógica en la equivalencia del simbolismo descrito, en éste caso y para éste documento creo que la descripción anterior es muy poco acertada.

Puntos coincidentes: el marcado estilo visigodo (rasgos faciales que recuerdan tremendamente a los primeros folios del Libro de Kells) y un claro origen monástico en el Pirineo navarro-aragonés, o lo que ya conocemos de tantos capítulos como nuestra particular Galicia.

Puntos encontrados: La datación, pues lo creo muy anterior, y la descripción general de la miniatura. Según lo veo, el autor representa su visión del Apocalipsis equiparándola directamente a la caída del Imperio Romano. Dos Césares, uno a cada lado, levantando el brazo en posición de realizar la Salve Imperial, cuyas cabezas son decapitadas. Incluso puede apreciarse aun hoy, que en el tocado, sobre el cabello, portan coronas de laurel, siendo uno de ellos vestido con toga al estilo clásico.

La cabeza central de igual modo, es tocada con corona, y está representada dentro de una láurea. El tema de las aves, en lugar de ver las palomas que identifican a los Beatos, bien por los picos curvos, bien por las marcadas garras, me hacen pensar en aves de rapiña, ya sean buitres o cuervos. Los tres colgantes de las coronas laterales que parecen tener forma de corazón (idénticos a los que se ven en las coronas que portan los Constantinos en las monedas bajoimperiales) por su posición llegando desde arriba del folio hasta los decapitados, bien pueden identificarse con los tres pueblos que asolaron Hispania a sangre y fuego, llegados desde el norte; Suevos, Alanos y Vándalos. Colgantes que en la parte inferior acaban uniéndose para terminar bajo tierra, dejando tras de si un mar de cadáveres.

Sea como fuere, un pequeño fragmento de Historia de enorme valor que enriquece nuestro maltrecho patrimonio histórico. Ser una tierra deseada por todos no siempre nos ha dejado ver la mejor cara de la humanidad. Debemos alegrarnos de que, aunque sea en ocasiones excepcionales, se puedan recuperar, admirar, y sobre todo, conservar, estos pequeños fragmentos de nuestro pasado.

Ahora, levantad la mano: ¿Quién conocía al Beato de Cirueña? 🙂

Para el siguiente….los moros.

Rogelio Taboada

Cantero artesanal, escritor e historiógrafo sangüesino

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